A dos personas en extremo perfeccionistas y, por lo mismo, inconformes y críticas, las llevó un sabio a una caminata.
Transitaron por hermosos senderos de un bosque y les mostraba la belleza que tantos no aprecian.
En cierto tramo, los orientó a un terreno pantanoso y, ante su sorpresa, los invitó a sentarse sobre el piso.
Lo aceptaron de mala gana, y solo porque ya conocían a ese venerado e iluminado guía espiritual.
El anciano les sonrío y les dijo con serenidad: “Para estar bien necesitamos aceptar el barro que hay en nosotros.
Es reconocer con humildad que somos grandiosos, pero también frágiles y con limitantes.
En ese sentido la Biblia acierta cuando muestra a Dios creando al ser humano de barro, de algo precario”.
Buena lección. Bien dijo un poeta: “Soy luz y barro del suelo. Soy un poquito de tierra que tiene afanes de cielo”.
@gonzalogallog