En 1805 el almirante inglés Horacio Nelson derrotó a Napoleón en la famosa batalla de Trafalgar.
Ese mismo día murió, pero antes le había ganado la guerra a la malaria y otros males.
A sus 36 años perdió un ojo peleando en Górcega, y tres años después un brazo en Tenerife, Islas Canarias.
Nelson era huérfano de madre desde los nueve años y, poco a poco, fue perdiendo visión en el ojo que le quedó.
Antes de morir en la batalla supo que habían triunfado y exclamó: “Gracias a Dios he cumplido con mi deber”.
Los ingleses saben de memoria lo que dijo a sus soldados antes del combate: “Inglaterra espera que cada uno cumplirá con su deber”.
Su vida no fue fácil como ha sucedido con la mayoría de los grandes personajes de la historia.
Son las dificultades las que fortalecen el carácter y esto lo olvidan los padres protectores y luego lo sufren.
@gonzalogallog