Tamerlán, líder tártaro del siglo XIV, conquistó mucho territorio del Asia Central, desde Mongolia hasta Turquía e India.
Vivía en la ciudad de Samarcanda, actual Uzbekistán, y murió de viaje para invadir la China.
En una ocasión estaba sentado al pie de una muralla, muy desmotivado, después de una derrota.
Acosado por el desaliento vio a una hormiga que subía por la muralla y la tumbó con la punta de la espada.
Al rato, se sorprendió al ver como la hormiga volvía a subir, y la volvió a arrojar al suelo.
Esto se repitió varias veces, y siempre el perseverante animalito retomó su sendero hacia arriba.
El poderoso Tamerlán se dijo: “¿Cómo es que una simple hormiga me va a ganar en constancia?”.
Se animó de nuevo, pensó en lo mejor, venció las dudas, motivó a sus soldados y volvió a triunfar.
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