Ayer en la mañana, cuando escribía este artículo, no se sabía si Salvatore Mancuso iba a quedar libre; tenía cita a las 9:00 de la mañana con los jueces de Justicia y Paz, el tribunal que se creó para juzgar a los paramilitares que se desmovilizaron en 2006 durante el Gobierno Uribe. Libre, entraría a cumplir funciones de Gestor de Paz, papel que le entregó el presidente Petro en julio del año pasado.
Estuvo preso en Estados Unidos durante más de 15 años, extraditado, rindiéndole cuentas a la justicia americana. Aquí se le siguen procesos por miles de crímenes que cometió siendo el segundo comandante de las Autodefensas Unidas de Colombia.
En su momento se dijo que con la ida de los otros jefes de las autodefensas extraditados, se había ido también la verdad; recalaron en Norteamérica sin haber confesado muchos de los miles de crímenes que habían perpetrado en Colombia.
Mancuso, sin embargo, nunca estuvo aislado de los tribunales en Colombia, pues participó de forma virtual en muchas audiencias y dio por la misma vía múltiples declaraciones sobre sus fechorías en Colombia, no sin señalar con el dedo acusador a muchas personas de la clase dirigente, política y empresarial colombiana, que participaron de una u otra forma, apoyando o consintiendo la despiadada guerra que libraron por años.
Justicia y Paz tendrá que determinar si en efecto el exjefe “para“ ha cumplido sus compromisos de verdad y reparación y si se puede tomar como un argumento jurídico válido la sumatoria de pena en Estados Unidos (por lavado de activos y narcotráfico), con los miles de delitos que aún le son investigados en Colombia y que cometió en el escenario de la espantosa guerra que la organización que comandaba, libró contra la subversión, y en connivencia con agentes del Estado y una parte importante de la sociedad.
Cuando aterrizó en Catam y fue recibido por Migración Colombia dijo que su regreso lo llenaba de “esperanza”. La misma esperanza que deben tener las víctimas sobre sus desaparecidos, sus torturados, sus asesinados, sus despojados, sus desplazados. No es claro todavía su papel como gestor de paz, empezando por la valoración de sus testimonios bajo reserva que haga la Jurisdicción de Paz (JEP).
Mientras tanto, las Autodefensas Gaitanistas de Colombia o Clan del Golfo han dicho que no las representa y que por tanto no puede ser su vocero. Al contrario, los paramilitares de la Sierra Nevada de Santa Marta le enviaron una carta en la que le piden que “ayude en la intermediación con el Gobierno y otros grupos para que los esfuerzos de la paz total, la apuesta del presidente para negociar y someter a los actores armados, tenga éxito”.
Toda dosis de verdad, por mínima que sea, es un aporte a la paz; igual que la justicia. Qué tanto de la una y de la otra constituyen la ecuación ejemplar, es un debate que surge de nuevo en este tortuoso camino hacia la reconciliación. La esperanza es que con el regreso de Mancuso y sus verdades, ojalá despojadas de todo sesgo político, alcancemos algo o mucho de verdad y, sobre todo, justicia y reparación para las víctimas.