La detención por primera vez en Colombia del hijo de un Presidente en ejercicio, tiene perplejo a un país donde nos creíamos curados de espantos.
Al margen de las opiniones de partidarios y contradictores del Gobierno, lo que aquí se presenta es la ocasión de validar hasta dónde hemos sido capaces de crear un verdadero Estado de Derecho. Según la vieja definición que una vez le escuché al ex presidente Alfonso López Michelsen, un Estado de Derecho no es más que un Estado en donde todos somos enjuiciables. Todos, por poderosos que seamos.
Este episodio lo que demuestra es que nuestro Estado de Derecho esta vivo y vigente: a despecho de lo que afirmaron en principio los amigos del Gobierno, este no es un episodio más de persecución de la Fiscalía contra el Presidente. Las sordideces de la trama judicial que ha venido ventilando el proceso, no le dejan a nadie alguna duda sobre las razones justas para detener a Nicolás Petro.
Casos de hijos de presidentes involucrados en conductas con ribetes delictivos ha habido varios en la historia del país; ninguno de esos casos avanzó hasta convertirse en procesos penales en curso; los papás-presidentes salieron en defensa de sus vástagos y el aparato del Estado se doblegó.
La llegada al primer cargo de la nación de un presidente de izquierda le ha significado a Colombia la oportunidad, entre otras cosas, de valorar la solidez de sus instituciones, entre ellas las del Estado de Derecho.
Muchas inercias se han roto, en especial aquellas que tienen que ver con variaciones en las relaciones del Ejecutivo con los otros órganos del poder público. Aunque el fiscal Barbosa ha incurrido en desafueros verbales que lo acercan peligrosamente al activismo político, sí es muy saludable que conserve frente al gobierno ciertas distancias, y por qué no, ciertas contradicciones. Siendo como es la máxima cabeza de la política criminal, el presidente no puede ser refractario a las recomendaciones y llamados de atención de quien lidera el sistema acusatorio, sobre todo cuando a veces lo político intenta subordinar lo jurídico. (léase en clave de la propuesta de ley de sometimiento y paz total, por ejemplo).
Le hace bien al país que la Procuradora Cabello opine a veces en contravía del gobierno, como cuando, por ejemplo, defendió el respeto por los derechos adquiridos de las pensiones en el marco de la discusión del proyecto de reforma. Y que continúe defendiendo, en mi criterio sin razón, la competencia para investigar y sancionar funcionarios elegidos, en contravía de una sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que hace parte de nuestro bloque de constitucionalidad.
Creo que el Congreso reivindica su papel como órgano del poder público independiente al desoír los cantos de sirena del Gobierno que pretendía que la presidencia del Senado quedara en cabeza de uno de sus favoritos. Esta decisión autónoma del Senado lo pone en una posición más consecuente con su tarea
constitucional de controlar el Ejecutivo y ser el espacio idóneo donde se representan los intereses de los ciudadanos.
Entre muchos otros aspectos, esa inercia también se ha interrumpido con respecto a la interlocución del presidente con los gremios de la producción y los medios de comunicación y la opinión. Han cambiado el lenguaje, el tono, los escenarios y la intensidad.
La expresión en voz alta de las diferencias conceptuales y de principios entre los gremios y el Gobierno en materia de reformas tributaria, pensional, de salud y laboral, por ejemplo, también le hacen bien al país. No así la pretensión de Gustavo Petro de intervenir de manera un tanto abusiva en las decisiones propias que son del fuero interno de las organizaciones gremiales.
Las relaciones con la prensa no han sido del todo apacibles; sin embargo, que sepamos, no ha habido intentos de amordazarlos, sojuzgarlos o someterlos con prácticas que sí se utilizaron en gobiernos recientes. Y eso que hay medios que claramente representan, y eso también es democrático, intereses de la derecha política que no le perdonan una al Presidente. En medio de esta tormenta que se cierne sobre el inmediato futuro del país, es bueno recordar que la noche suele ser un poco más oscura antes del amanecer, y el amanecer será cuando el Estado de Derecho, prevalezca, y hay buenos motivos para creer que así será.
Ahora, volviendo a lo de Nicolás, es bueno recordarle a Petro presidente que la Justicia no es el verdugo, si no la instancia que, en el marco de un Estado de Derecho, investiga, juzga y condena o absuelve según el caso.