Decía el jesuita Alfonso Borrero, rector de la Universidad Javeriana (1970-77), con justificada propiedad, que en la carrera séptima de Bogotá había transcurrido gran parte de la historia de Colombia. Examinando su reflexión podemos afirmar que la historia de Manizales se ha desarrollado a lo largo de la carrera 23.
La Cuchilla, como se conocía en el pasado, fue escenario del malhadado armisticio o tratado de La Esponsión (29-08-1860) con el cual Tomás Cipriano de Mosquera pretendía detener las huestes conservadoras, iniciativa que al no contar con el gobierno central, derivó en la violencia que desangró el país durante el tiempo restante del siglo XIX.
Fue víctima de los incendios que arrasaron la ciudad de los colonizadores, y por allí transcurrieron las magnas procesiones del Sagrado Corazón, los desfiles militares e innumerables manifestaciones de orden político. Hoy es uno de los lugares más concurridos de la Feria, el Festival Internacional de Teatro y de expresiones culturales como los cafés, la milonga y el tango.
El espacio comprendido entre los parques del Agua-Olaya Herrera, y el de Fundadores, carrera 23, es el eslabón que da continuidad a las avenidas 12 de Octubre y Santander, desde Chipre hasta el sector de Milán. En términos anatómicos, equivale al papel de la columna vertebral en el cuerpo humano o, similar a una polea, que al tensionar los dos puntos extremos, crea una dinámica que la convierte en el espacio público de mayor trascendencia en la vida de la ciudad.
En su recorrido hay una secuencia de ramificaciones que la relacionan por el norte y por el sur con los hitos gubernamentales, religiosos y financieros más significativos del municipio y con las centralidades de los barrios que se ubican en sus costados. Por la calle 19: la Alcaldía, la iglesia de Los Agustinos, la Plaza Alfonso López, la Universidad de Manizales. La calle 18 por el sur es la senda más importante del barrio El Carmen, las calles 22 y 23 que dan paso a la Gobernación, la Catedral y la Plaza de Mercado, la calle del Tango, el paseo de Cervantes, a través del parque de Caldas la calle del medio que la relaciona con San José, La Avanzada...
La espacialidad de la carrera 23 está definida por numerosas edificaciones que representan el patrimonio republicano más rico de Colombia. Resignificar sus estructuras desuetas es un imperativo ético, parte integral del Plan Especial de Manejo del Centro Histórico (PEMP), desafortunadamente aún en ciernes. Ejemplos modernos y contemporáneos como el Palacio Nacional, la casa que fue de don José Restrepo, el edificio Esponsión, el Club Manizales, patrimonio local; el Centro Cultural del Banco de la República, la estación Fundadores del Cable Aéreo, entre muchas otras, incluidas las construcciones anodinas que hicieron su arribo en el afán de dejar atrás un pasado que no se entendió. Una arquitectura que ha sido testigo de los 174 años que han transcurrido desde la fundación de Manizales.
Carcomida por el deterioro físico y social yace abandonada a merced de las exigencias del hambre. En el transcurso del día hasta el nuevo despunte del alba hay una apropiación de la calle por distintos actores, los ejecutivos y funcionarios, las indígenas tiradas en las esquinas por inescrupulosos para lucrarse de su desventura, los sin trabajo, los que rehacen sus heridas para “extorsionar” los remordimientos, las prostitutas y sus clientes furtivos…
Recobrar su antiguo esplendor requiere la participación de sus habitantes, de los comerciantes, formales e informales, de las asociaciones cívicas y sobre todo de la pericia del cirujano que se apresta a realizar una operación de corazón abierto.
PD: Para la intervención de la carrera séptima de Bogotá se han invertido 5 años de discusión y diseñado numerosos proyectos. Hasta el momento no se ha llegado a una conclusión que satisfaga su memoria.