El 18 de mayo de 2020 escribí una columna intitulada “El dictadorcito”, en la cual consigné algunos actos dictatoriales de Carlos Mario Marín en escasos cinco meses de su gobierno, y alerté sobre lo que nos esperaba de un alcalde que actuaba sin miramientos éticos o legales. Hoy, tres años después, y luego de haber acabado con Manizales ante los ojos complacientes de gremios, políticos, concejales y ciudadanía en general, me duele elevar nuevamente mi voz, ya no para alertar sobre la corrupción, mafia y destrucción de las cuales todos somos víctimas, sino para afirmar que aquellos pronósticos se convirtieron en la más cruel realidad.
Pero, además, para denotar dos nuevos casos de autoritarismo que ponen en serio riesgo las finanzas del municipio: la línea tres del cable aéreo; y el contrato de concesión de los servicios de tránsito que está por adjudicarse.
Sobre la línea tres del cable aéreo, quedó en evidencia en la audiencia de pacto de cumplimiento ante la justicia administrativa, que está rodeada de improvisación, desgreño, sombras e incertidumbre. Porque en un proyecto inicialmente planteado por una suma superior a $ 150.000 millones, no es admisible que la administración responda que no sabe finalmente cuanto va a costar; que mienta sobre la gestión predial; que aún después de firmado esté trasladando el sitio de las pilonas; y que no tenga definición sobre los principales aspectos físicos y económicos. Todo apunta a que este proyecto, con cuyos “renders” han descrestado en todos los escenarios, se va a convertir en la quiebra del municipio e Infimanizales, pues de las respuestas dadas en sede judicial se desprende que la variabilidad económica es total, y que el incremento del valor es inmedible y seguramente impagable.
Y en cuanto al contrato de concesión de los servicios de tránsito, la alerta es máxima. Y no producto de la oposición (que según Carlos Mario rompe las calles y destruye la infraestructura) sino por las evidencias de todo el estiércol que rodea e inunda el proceso licitatorio y la muy segura firma del nuevo contrato. Desde hace largo tiempo se viene advirtiendo sobre las falencias que acompañan este proceso, y hasta la propia Procuraduría General de la Nación, mediante una Acción Preventiva de fecha 3 de marzo de 2023, hace siete observaciones y solicita la suspensión o revocatoria de la licitación.
Las observaciones se refieren específicamente a la forma como están direccionando el contrato mediante argucias espantosas durante la licitación, para rematar advirtiendo, con toda solvencia, que carece de la autorización del concejo de Manizales. Un concejo en el que, a pesar de que su presidente recibe este documento en forma oportuna, se abstiene de darlo a conocer a sus miembros y de ponerlo a consideración en sus sesiones ordinarias. Es decir, un documento de delicadísimo contenido que queda “secuestrado” en la presidencia, quien le sigue el juego a la suciedad del alcalde. ¿Hasta cuándo vamos a soportar estas indelicadezas y este juego macabro entre un alcalde díscolo, corrupto, inescrupuloso y maquiavélico, y los concejales que le acolitan, esconden, disimulan o cohonestan toda su perversidad?
Pero, por encima de las advertencias oficiales y la abundancia de pruebas de corrupción en un contrato que está aún en etapa de licitación, todo parece indicar que se adjudicará y firmará. Porque ya nos acostumbramos a que en esta ciudad se cumplan los caprichos de un mocoso mimado que tenemos por alcalde y que parece inmune al control, la justicia y la censura social.
Suena paradójico pero, hoy que la Procuraduría actúa con diligencia y pruebas, Carlos Mario pasará por encima de sus alertas, para concluir en la firma de un multimillonario contrato que viola, desde ya, todos los cánones de la legalidad, la decencia, la libre competencia, la justicia y la lealtad comercial. Él se siente protegido, pues sería lógico pensar: “si llevo tres años violando la ley, pasándome por la faja los procedimientos, los códigos, la justicia, la Constitución y la sociedad, por qué no hacerlo ahora cuando se trata de un contrato de dimensiones económicas inconmensurables?”.
¡Y hasta razón tendrá; porque Manizales, sigue en silencio!