Ante el fracaso estruendoso del alcalde de Manizales, Carlos Mario Marín, y sus hechos de corrupción, desgreño, abuso de poder y descaro administrativo; ante las constantes denuncias en los órganos de control y de justicia que permanecen impávidos, silenciosos y cómplices; ante el inicio de la campaña política para reemplazar al alcalde y demás funcionarios municipales y departamentales elegidos por votación popular; ante el desastre que vive Manizales y el desconcierto de su gente; es hora de posar los ojos en la importancia que tiene el concejo municipal y, a la vez, en la irresponsabilidad que cometemos los electores al entregarle el poder a personas sin capacidades, con pésimas costumbres, con procesos penales, administrativos o disciplinarios pendientes, o con evidentes hechos de corrupción cobijados con la misma impunidad que el alcalde.
Porque en 2023, más que nunca antes, debemos fijarnos en las actuaciones de los concejales actuales que aspiran a su reelección, o a ser elegidos en otras posiciones. Debemos mirar los proyectos apoyados, iniciativas absurdas defendidas, presupuestos alcahueteados, silencios cómplices y posiciones complacientes con la peor alcaldía en la historia de Manizales. Y digo que más que nunca antes pues la ineptitud, corrupción, torpeza y actos delincuenciales del alcalde Marín no hubieran llegado hasta el extremo pernicioso que conocemos, si no fuera por la complicidad de estos concejales perversos.
Procederes tan grotescos, absurdos y desfachatados de Carlos Mario, que carecieron del control político adecuado, hacen a estos concejales también culpables de nuestra debacle. Porque la culpa se adjudica también a quienes, teniendo la función de controlar, no lo hacen; a quienes se ufanaron de ser nuestra junta directiva y permitieron con su voto que el alcalde feriara la ciudad; a quienes se enriquecieron con su silencio, y ocasionaron que Manizales perdiera cuatro años; a quienes cobraron sus honorarios mensualmente, pero además se lucraron de las dádivas de un alcalde sucio, pestilente y depravado en lo público; en fin, a quienes teniendo la obligación de controlar, prefirieron unirse a la mafia que nos gobierna, con desvergüenza y carencia absoluta de decoro.
¡Si! Los concejales colaboradores del alcalde actual han pasado de agache ante la sociedad, algunos posando de opositores, pero votando a favor todo lo de la administración; otros, esgrimiendo argumentos que ni ellos mismos se creen, para derramarse en prosa en defensa de su patrón; otros más, mutando sus posiciones cual veletas que giran de acuerdo con los ofrecimientos subrepticios o las dádivas efectivas; y otros sacando pecho ante los medios, pero acobardándose en privado y cediendo a las exigencias del capo mayor.
¿Tendrán estos individuos la desvergüenza de poner su nombre en consideración de los electores el presente año? ¡Seguramente que sí! Porque, al igual que su alcalde, carecen de dignidad, honor e hidalguía, y creen que la sociedad no se da cuenta de la traición a la que la han sometido durante estos tres años.
Afortunadamente en los archivos oficiales reposa la historia real de quienes contribuyeron con su voto a saquear la ciudad, debilitar las finanzas y endeudar a Manizales superlativamente, lo que se traduce en arruinar el futuro de empresarios, comerciantes, industriales, constructores, profesionales, estudiantes y demás personas que creemos en una ciudad de progreso y hoy lloramos su atraso. Esos archivos serán desempolvados y, a manera de inventario, estaremos evidenciando ante la ciudad los procederes de quienes recibieron la confianza de los electores y pagaron con traición. ¿Quiénes, cuándo, cómo y porqué? Lo detallaremos a su tiempo, pues los electores no pueden seguir ciegos ante los coautores de esta debacle que vivimos y que tiende a empeorar. Pero igualmente lo haremos con aquellos concejales que guardaron prudencia, independencia, decoro, verticalidad y honorabilidad. Porque aunque fueron minoría, se mantuvieron firmes ante el poder aplastante del dinero y las dádivas ofrecidas u otorgadas por esta mafia. Esas minorías tienen más mérito aún, y deberán ser destacadas. No es fácil llevarle la contraria a un poder que permeó todos los estamentos; y mucho menos nadar contra la corriente en este río de corrupción, podredumbre, pestilencia y detritus en que lograron convertir el “Honorable Concejo de Manizales”.