Es preocupante y degradante tener que asistir nuevamente al espectáculo del constreñimiento al elector, ejercido por los mismos que fueron denunciados hace dos años y que, gracias a esta práctica delictiva, obtuvieron un escaño en la Cámara de Representantes. Es increíble que después de haber arrasado con la dignidad y la estabilidad emocional de cientos de personas y sus familias hoy reaparezcan descaradamente en la escena política, como si nada hubiera pasado, y se pavoneen por entidades oficiales haciendo alarde de su poder y exigiendo listados semanales de votantes a los funcionarios que, temerosos, obedecen las órdenes de sus empleadores.
Estamos comprobando el desastre que ocasiona la impunidad. Porque cuando los delitos se quedan sin castigo, la sociedad no solo afronta la vergüenza y la impotencia de ver el triunfo del delincuente, sino que, además, este se siente incentivado, henchido de poder, protegido por quienes lo deberían controlar y motivado a seguir con su perversidad. Y, peor aún, perfecciona las prácticas y extiende su rango de acción, por lo que su capacidad se amplía y sus perjuicios se magnifican.
¿Qué tenemos hoy? Que, a pesar de las denuncias que se interpusieron en contra del alcalde Marín y de su primo Santiago Osorio, ningún resultado se ha obtenido y, por el contrario, actúan con mayor alevosía, pues ha sido claro el triunfo de la iniquidad sobre el apabullado elector. ¿Y la justicia? ¡Qué tristeza!
Pero el constreñido y humillado tiene límites. Puede guardar silencio y tragar entero algunas veces, pero llega el momento en que su dignidad le obliga a reaccionar y a sublevarse ante sus opresores. Llega el momento en que su instinto de conservación lo impulsa a librarse de ese yugo y rompe las cadenas que lo atan a sus constreñidores. Se presenta la ocasión, y sabe que no puede desperdiciarla porque significa restituirse sus derechos y recuperar su libertad.
Y, para nuestro caso, la ocasión ya llegó. El constreñimiento en las últimas elecciones era diferente, pues el funcionario sabía que tenía que seguir sometido al mismo patrón durante otros dos años, y temía arriesgar su puesto, pues las amenazas y la falta de escrúpulos de quienes las proferían eran suficientemente probadas. Hoy, para infortunio del constreñidor, el tiempo se le acaba y sabe que es su última oportunidad. Y esta oportunidad depende ya exclusivamente de la víctima. Sí: depende del constreñido a quien se le vienen vulnerando su dignidad, su amor propio y sus derechos, y tiene en las urnas la decisión íntima de arrebatarles el poder a quienes lo humillaron durante tanto tiempo.
Por fortuna para Manizales estamos en el ocaso de una Alcaldía que nunca debió haber sido, pero fue. Y por fortuna para los funcionarios, estos podrán ser los últimos tres meses de una Administración opresiva, vengativa, irrespetuosa y denigrante. Hoy, más que nunca, está en manos de los oprimidos arrebatarles el poder a los opresores; está en manos de los constreñidos desterrar a los constreñidores; está en manos de los funcionarios decentes ejercer su poder en las urnas y erradicar la indecencia de su entorno.
El temor debe cesar y el candidato Jorge Eduardo Rojas, virtual sucesor de esta nefasta Alcaldía debería garantizar la estabilidad de esos funcionarios buenos que hoy se encuentran en el dilema de declinar ante la humillación, por temor a quedarse sin trabajo, o reaccionar en las urnas en contra de quienes los tienen acorralados y aterrorizados. Ya que la justicia no funciona, esta sería una forma de neutralizar el constreñimiento que practica impunemente la mafia Marín-Osorio.
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Para Nicolás Restrepo Escobar mis más sinceros agradecimientos por tantos años de paciencia y por haber mantenido los principios democráticos en el Periódico de Casa durante estos últimos lustros. Tengo un sentimiento profundo que él conoce, y no quiero ahondar en palabras que inevitablemente terminan alimentando la vanidad de quien las profiere. Prefiero decirle: gracias, Nicolás, por lo que hizo desde la dirección del periódico a favor de la ciudad, el departamento y el país. Y gracias por el engrandecimiento de esta empresa, que significa el fortalecimiento de las libertades. ¡Dios lo guarde siempre! ¡Gracias, gracias, mil gracias!