Dice el titular de noticias: “Hallazgos por dos mil millones fueron encontrados en la Alcaldía de Manizales: Contraloría”. ¿En serio? ¿Puede la Contraloría de Manizales ufanarse por el hallazgo de tan solo dos mil millones de pesos, cuando la prensa, sin los dientes que le acompañan al ente de control, ha dado cuenta de irregularidades que sobrepasan cientos de veces esta cifra? ¿Habrá razón para sacar pecho por una gestión tan mediocre como la mostrada por un ente que ha pasado de agache ante las múltiples denuncias instauradas por ciudadanos del común?
Después de cuatro años de podredumbre, evidencias de corrupción, dilación de proyectos, sobrecostos en obras, improvisación permanente, falta de planeación y múltiples irregularidades más, no puede la Contraloría del municipio venir a alardear con hallazgos que, generalmente, no conducen a nada distinto que al archivo en las entidades donde van trasladados los informes iniciales. ¡No señores! La Contraloría es el ente encargado de vigilar la gestión fiscal de la administración y de los particulares o entidades que manejen fondos o bienes de la nación o, en nuestro caso, del municipio de Manizales. Y para ejercer sus funciones se le ha dotado de una infraestructura costosísima justificada en su quehacer misional, por lo que es ofensivo que, después de la ceguera mostrada durante el Gobierno de Carlos Mario Marín, quiera hoy venir a justificar su existencia con nimiedades o hallazgos irrisorios, demostrando más complicidad que control, y más connivencia que voluntad de proteger nuestros recursos.
¡Dos mil millones de pesos de hallazgos! ¡Ja! Sumemos: bulevar de la 48, bulevar de la 19, cable aéreo, glorieta de Los Cedros, PTAR, reparcheo Parque Liborio, pintura de cebras y señalizaciones viales, coliseos menor y mayor, escenarios deportivos para juegos nacionales, proyectos sin adquisición de predios, derroche en publicidad engañosa, inacción presupuestal, obras inconclusas, etc., etc. ¡Corrupción total! Y la Contraloría se limita a una cifra irrelevante como si los ciudadanos no sufriéramos la realidad que nos quieren maquillar. ¡Irrespetuosos! Coincide sí la Contraloría de Manizales con su aliado Carlos Mario en una práctica degradante: tratar de ocultar su mediocridad con acciones de última hora que, en lugar de aclarar o posicionar a la entidad, la somete a mayor desprestigio, pues la ciudadanía ha venido clamando por controles reales para evitar la tragedia que vivimos, sin encontrar respuesta efectiva; y estos paños de agua tibia, más que solucionar el problema, son retos a la inteligencia ciudadana que está harta del cinismo de sus dirigentes.
Ya lo hemos mencionado en este espacio: a Jorge Eduardo Rojas le espera una ardua labor de descubrimiento de la realidad una vez asuma el poder, pues ninguna información que provenga hoy de esta Administración es confiable y, mucho menos, cuando el ente de control demuestra una posición resignada e irrespetuosa. Una Alcaldía evidentemente desaforada en todos sus actos, sin un Concejo que la controle, y con una Contraloría que termina minimizando sus aberraciones, es una alcaldía que se fortalece con mentiras y se siente capaz de proyectar sus fracasos como realizaciones, y de convertir una gran tragedia en su supuesto éxito de Gobierno. Y como parece que debemos estar agradecidos entonces con la Contraloría de Manizales por atreverse a anunciar hallazgos irrisorios, no es mucho lo que podamos esperar del control posterior que le corresponde a esta entidad. Entonces deberemos desplegar los oficios particulares para develar nuestra realidad y, desde el civismo, trasladar a la justicia lo que los entes encargados omiten deliberadamente.
Dilación de obras, improvisación y falta de planeación; omisión de gestión predial; procesos licitatorios ilegales; adiciones presupuestales; pérdida de anticipos; cesión de contratos; todo esto genera sobrecostos que son perfectamente calculables y estimables en dinero, pero tal parece que la calculadora de la Contraloría no está preparada para sumar tantos dígitos y se tiene que resignar a una cifra que quepa en sus limitados cálculos y, de paso, ayude a convertir la catástrofe manizaleña en simples hallazgos irrelevantes e inocuos.
¡Feliz Navidad!