En Manizales comenzamos 2024 con un aire nuevo, de esperanza, de tranquilidad y con un espíritu de ilusión que se finca en una luz al final del largo y tenebroso túnel por el que anduvimos los últimos años. Y se siente no solo en el ambiente festivo que, por fortuna, nos extiende un poco más las fiestas navideñas y la rotación de dinero en la economía local, sino en el optimismo de la gente y en la forma como se proyecta el ciudadano para reemprender su camino.
Hay mucho por hacer. ¡Y rápido! Porque, a pesar de que el alcalde Jorge Eduardo Rojas viene trabajando desde el mismo día de su triunfo electoral, el municipio de Manizales y sus institutos descentralizados requieren de un minucioso análisis para determinar las acciones que se deben emprender para recuperarlos o, en algunos casos, liquidarlos definitivamente y erradicar vicios, enquistamiento de corrupción y trámites espurios que legitiman la fuga de nuestros recursos.
Es una ardua tarea que, unida a la voluntad del ciudadano, conseguirá asegurar una pronta mejoría y resultados en nuestra recuperación. Lo primero será determinar la verdad de nuestra situación; posteriormente ver alternativas de solución; y, por último, activar el plan de choque que se convierta en soluciones efectivas para salvar empresas y recomponer el municipio.
Y desterrar el espejo retrovisor. El alcalde tiene la madurez y el conocimiento suficientes para actuar en procura de soluciones, sin dejarse tentar por riñas pueriles y ridículas que le plantean desde los rescoldos de la Bodeguita Verde o desde cuentas ya marchitas de redes sociales; como también el conocimiento suficiente para gobernar bien, y la sindéresis para que, después de conocer el presente, se enfoque en construir sobre las ruinas, recomponer lo que queda de improvisados inicios, proyectar pensando en nuestro desarrollo, y emprender las acciones legales, estructurales y de planeación y control.
La confianza es absoluta. El pueblo se manifestó en las urnas con la más alta votación de la historia y en pocos días hemos visto cómo recuperamos la seriedad de la Alcaldía, la institucionalidad, el decoro por las costumbres y la efectividad de la administración plasmada en orden, seguridad, autoridad y respeto. Diez escasos días del año (y del gobierno) y vemos un cambio radical que nos nutre la esperanza de una ciudad nuevamente por el camino del progreso, desarrollo y estabilidad financiera, económica y social.
¡Creemos en Manizales! Sabemos de su capacidad para superar las adversidades. Conocemos la voluntad de los líderes que sufrieron ese bajón anímico que los alejó de hacer parte de la solución, y hoy reaparecen silenciosos pero efectivos, con todos los ímpetus para contribuir en este renacimiento. Sabemos que la fuerza de una comunidad culta, hidalga y amante de su tierra es más poderosa que cualquier desastre, y que esa fuerza convertida en acciones superará la debacle que padecemos.
No es hora de lamentaciones, pues no conducen a nada. Ni de inculpaciones mediáticas, que solo generan zozobra. Ni de llantos o plañideras. ¡Llegó la hora del renacimiento! Ese renacimiento que requiere decisión, carácter, altruismo y trabajo. Llegó la hora de mostrar la casta y enjundia que siempre hemos tenido y que, por razones del destino, las enterramos en los últimos años.
Hagámosle honor a este texto extraído del Pregón de la Feria que, por fortuna, recuperamos a partir de este año: “Incorpórate, pues, Manizales vibra y canta al amparo de tu probada hidalguía, bajo la transparencia abierta de su cielo sobre el plinto verde de tu colina, enciende nuevamente las fogatas del entusiasmo y echa a volar otra vez en el viento los cascabeles de tu alegría y de tu risa.”.
Y como no es función del gobernante juzgar ni castigar, tenemos que confiar en que la justicia hará lo suyo. ¡Mientras tanto, dediquémonos a incorporarnos y a renacer! ¡La hora es ya!