Oír la intervención de Carlos Mario Marín en la instalación de las sesiones ordinarias del Concejo de Manizales, solo causa indignación. Se despacha con un sartal de mentiras y de planteamientos hechos desde una realidad que solo vive él, y es totalmente contraria a la que palpamos el resto de manizaleños. Miente sin asomo de vergüenza y sin ruborizarse siquiera un poco. Él sabe que puede desatar su mitomanía en ese escenario, pues lo mantiene bien alimentado, robusto y silencioso y, por ende, no va a encontrar contradictores.
Por eso no fue extraño que la “oposición” renunciara a su derecho a la réplica y dejara que la palabra del alcalde gravitara en el ambiente como si fuera la verdad. Una verdad que ubica a Manizales como la ciudad más emprendedora, segura, visionaria, desarrollada y progresista. Una ciudad que solo está en el magín del alcalde y parece edificada en medio de sus delirios. Una ciudad donde todo marcha a la perfección y su administrador merece loores, galardones y premios por su excelente desempeño. ¡Cínico!
Y ante el silencio de esa oposición y la renuncia a la réplica en el Concejo, me voy a permitir, como ciudadano y real opositor, publicar y contradecir algunos apartes del discurso de Marín en la farsa de ayer, pues los manizaleños tienen que enterarse de lo que su gran capo espetó con absoluto descaro y quedó gravitando como la verdad oficial. No pretendo refutar todos los embustes de su imaginario inventario de obras, porque todos sabemos que estas solo reposan en papeles y en desembolsos que se pierden en un océano de corrupción. Pretendo que el ciudadano mida el estado mental de su gobernante y la indolencia de los concejales (con honrosas excepciones, claro) que le acolitan todo mientras la ciudad se desmorona.
En ese sentido hay que empezar por el reconocimiento que les hace el alcalde a sus ediles, al decirles que ellos han sido su mejor compañía por haberle aprobado la totalidad de su agenda. ¡Y tiene razón! Son su mejor compañía, porque la delincuencia en estos estadios necesita de colaboradores que legitimen sus actos, y de irresponsables que cambien sus principios por jugosas dádivas, prebendas y recompensas. Y el Concejo ha sido ese colaborador para el alcalde Marín.
Dice que en su gobierno predomina la “Gobernanza con transparencia y lucha contra la corrupción”. ¡Por Dios! En la historia de Manizales no ha habido un gobierno más corrupto, rodeado de oscuridad, fetidez e ilegalidad que el actual; ¿habrá derecho a que se ufane de algo tan contrario a lo que la sociedad percibe? Dice, a continuación, que se siente orgulloso del desarrollo de Manizales en materia de infraestructura en estos tres años: ¡qué tal! ¿Cómo se le puede ocurrir a alguien manifestarse orgulloso de ver la ciudad paralizada, las obras inconclusas, las calles rotas, los parques destruidos y los proyectos truncados? Se ufana de las obras en la escuela Juan XXIII, cuando su reconstrucción es producto de una orden judicial; de la línea tres del cable aéreo, cuando todos los días amanece con un nuevo enredo; y de haber tapado los rotos de las calles, cuando parecemos una ciudad postguerra. (Se atreve a insinuar, además, que los rotos de las calles son deliberadamente provocados por sus enemigos… ¡Delira!). Y así por el estilo, es todo su desquiciado inventario…
Pero hay algo peor: le agradece a la sociedad por haber edificado un gran líder “como el que hoy está aquí…” (¿Insania?). Que como tal, siempre afronta las cosas con la verdad porque no tiene nada que esconder; y que solo “el tiempo nos dará la razón”. Y en esto último si acierta. Porque es el tiempo el que les ha demostrado a los electores el error tan grande que cometieron; es el tiempo el que se ha encargado de mostrar una ciudad en ruinas y una administración enriquecida; es el tiempo el que se ha encargado de develar la mafia que nos gobierna; y será con el tiempo que lograremos que la justicia opere y llame a responder a Carlos Mario Marín por haber saqueado y acabado con nuestra hermosa Manizales.