Para Manizales y Caldas es alentador el fallo del tribunal de arbitramento en el que se condena a la firma OHL a indemnizar a Aerocafé por la suspensión de las obras, lo que desembocó en la parálisis del proyecto durante casi dos años. Y es alentador, no tanto por el monto de la indemnización, pues ante el costo total del aeropuerto no es significativa, sino porque se destraba su construcción y se espera entonces una reacción positiva del Gobierno nacional que, todo parece indicar, está dispuesto a oxigenarlo y llevarlo a feliz término.
Ningún ciudadano con algo de sensatez podrá dudar de la importancia del Aeropuerto para Caldas y la región. Y así haya individuos que aún se empeñen en torpedearlo y en atravesársele al proyecto con argumentos sacados del sombrero, estamos seguros de que la unión de todas las fuerzas caldenses será más poderosa que esos agoreros que, plenamente identificados, han perdido fuerza y poder, pues las circunstancias cada día les demuestran su egoísmo, perjuicio social y perversidad, y que solo han logrado causarle mal a una región que hoy lucha por su reposicionamiento, dinamismo y desarrollo.
Hay momentos históricos que se tienen que aprovechar, y oportunidades que, dejarlas pasar, sería un acto de irresponsabilidad absoluta. Hoy tenemos una Asamblea Departamental sensata, estudiosa, aplomada, dispuesta a jugársela toda por el departamento y liberada de las sombras que la acechaban; un Concejo de Manizales con gran asertividad y con entera disposición para luchar por la reconstrucción de la ciudad; un gobernador que se empeña en construir sobre lo construido y cuyas intenciones de trabajar por nuestro futuro son indiscutibles; un alcalde de Manizales con la visión y pulcritud que los ciudadanos reclamábamos, y de las que carecimos durante los últimos años; y un municipio de Palestina consciente de que su resurgimiento depende de que el Aeropuerto se convierta en una realidad. Es decir, todos los actores unidos y encaminados hacia el mismo fin.
Pero, además, tenemos cerca de 800 mil millones de pesos disponibles para ejecutar, y un proyecto despejado de problemas que, en el momento en que se reactive, será atractivo para inversionistas mundiales que entrarán a mirarlo con ojos de oportunidad real y nos acercará a la envergadura y cobertura final planteada.
¿Qué nos falta? Desoír las voces detractoras para evitar seguirnos desgastando en peleas intestinas que conllevan a interrupciones lesivas. Unirnos en torno al proyecto, independientemente de quien lo construya, rodeándolo de acciones positivas y mejores energías, y concentrarnos en generar los controles y el buen ambiente que requieren las grandes obras. Y confinar a la consunción a los reconocidos enemigos del Aeropuerto, para que sus voces se languidezcan a medida que la construcción avance.
¿Por qué no aprender de nuestros vecinos antioqueños, que han logrado su desarrollo trabajando juntos y sabiendo superar internamente sus diferencias? ¡Que los frustrados y derrotados politiqueros se den cuenta de que esta sociedad ya no recibe con beneplácito sus frustraciones!