Bogotá es de las pocas ciudades de su tamaño en el mundo que aún no tiene metro, en razón de décadas de errores que incluyen mucho desdén por las necesidades de sus habitantes, intereses contra la ciudad y mezquindades políticas.
Enrique Peñalosa ganó su primera alcaldía de Bogotá (1998–2000) prometiendo que entre él y Ernesto Samper, presidente de le República, construirían la primera línea del metro, a la que presentó como lo más avanzado que podía hacerse, verdad conocida desde 1863, cuando Londres construyó el primero, y subterráneo, en el mundo.
Pero a poco de posesionado, Peñalosa cambió el metro por los transmilenios, de los que se atrevió a decir que “hacen lo mismo que un metro”, disparate tan grande como el posterior de Petro, que llamó “metro ligero” a un tranvía.
En 2007, con la propuesta de construir un metro subterráneo, Samuel Moreno le ganó a Peñalosa la alcaldía de Bogotá –por la gran diferencia del 43 al 28% de los votos–, porque el metro ya era una exigencia ciudadana.
Con todo y los graves problemas en la alcaldía de Moreno, el proyecto metro avanzó en los cuatro años, dejándoselo servido al siguiente alcalde para que lo terminara.
Pero Gustavo Petro –alcalde 2012-2016– se dedicó a sabotear el metro, oponiéndole los transmilenios. El día en que inscribió su candidatura, a Juanita León, de La Silla Vacía, le dijo: “El metro se hace necesario en el futuro pero no de manera inmediata”. Y al comentario de la periodista “o sea que, en los próximos años, si gana, no habría metro”, respondió: “Así nosotros quisiéramos empezar, así cogiéramos el estudio mal hecho de Samuel Moreno, así cometiéramos esa torpeza con la ciudad (…) no está en cuatro años.
Nosotros necesitamos soluciones ya”, soluciones que, según su programa de gobierno, era construir ocho trocales de Transmilenio. ¡Ocho! Más enamorado de los transmilenios que Peñalosa.
Una vez posesionado, Petro propuso un tranvía por la Carrera Séptima, proyecto que ni siquiera estaba en su programa de gobierno, pero con el que sí paralizó un metro que ya tenía cuatro años de desarrollos. Tanto fue el propósito de sabotearlo, que le pidió al Concejo de Bogotá que le transfiriera al tranvía los 800 mil millones de pesos aprobados para seguir adelante con el metro, petición que los concejales le rechazaron.
Una vez el tranvía fracasó, Petro propuso alargar en once kilómetros el metro que tenía paralizado, otra manera de sabotearlo, porque lo encarecía tanto que hacía imposible financiarlo.
Cuando, por fin, Petro aceptó retomar el metro que había heredado de la alcaldía anterior, ya era tarde para dejarlo contratado, no obstante la demagogia de un cheque chimbo que le dio Santos. Porque este y Peñalosa, elegido alcalde de Bogotá por segunda vez, se aprovecharon del gravísimo error de Petro y botaron a la basura todos los esfuerzos para el metro subterráneo, al que cambiaron por uno elevado Y por otra ruta.
¿Por qué Gustavo Petro, que ayudó a elegir a Samuel Moreno, el candidato del Polo, asumió una conducta tan agresiva contra los bogotanos? Por sectarismo político extremo. Porque, en 2010, cuando Juan Manuel Santos ganó la Presidencia como el exministro de Defensa y candidato de Álvaro Uribe, Petro, también derrotado por Santos en esas elecciones, prefirió traicionar al Polo y dividirlo en vez de acatar la decisión unánime de su Comité Ejecutivo Nacional de declararse en oposición a Santos, a quien Petro además apoyó a la Presidencia en las elecciones de 2014.