Dentro del mundo de la ciencia, la división entre hombres y mujeres es un anacronismo por cuanto desde siempre la mujer ha intervenido. Primero, indirectamente en la concepción y realización de procesos facilitando la vida de los seres humanos bajo innumerables facetas; y, segundo, porque desde hace varios siglos han desarrollado ciencia en muchos aspectos e inclusive reconocimiento universal con el Premio Nobel, iniciando el siglo XX, con la inigualable Marie Curie.
Otra mujer, entre muchas, la italiana Rita Levi-Montalcini, quien fue galardonada en 1986 por sus trabajos en neurología, realizados en Italia, España, Bélgica y Estados Unidos de Norteamérica, representa la fuerza del interés humano en la construcción de un mundo mejor, como ella lo recordó muchas veces.
Un libro, entre varios, de la investigadora que murió en el 2012, a los 103 años, escrito antes de morir, fue publicado en español hace 3 años con el título: Atrévete a saber. Un texto corto con 40 capítulos sobre el funcionamiento del cerebro. Un documento accesible a cualquier persona. Con temas atrayentes, de gran utilidad en la comprensión de la manera como se desenvuelven las personas, dentro del contexto globalizado de la naturaleza, y en especial con sus iguales en la escala de la humanidad.
Su obra comienza con una sabia sentencia abrumadora: El pensamiento, elaboración mental que brota de las infinitas exteriorizaciones de la corteza cerebral del Homo sapiens, es inconmensurable: «No tiene columnas de Hércules. Con ello expresó que no tiene límites a diferencia de la referencia mitológica sobre el Estrecho de Gibraltar, cuando era considerado el límite del mundo.
En el último capítulo: Jerarquías de valores, reproduce un poema del irlandés William Butler Yeats, Premio Nobel de Literatura, 1923, comparando el éxito entre la vida social y la laboral, que comienza así: El intelecto humano ha de elegir:/o calidad de vida, o de la obra/Si elige lo segundo ha de rehusar/a un palacio, rabiando entre tinieblas/Y cuando todo haya acabado, ¿qué?/Con suerte o no, el afán deja su marca/ese viejo estupor, manos vacías/o el día vano, la aflicción de la noche.
En el prólogo destaca que el conocimiento es el bien mayor de las personas porque sin él no existirían otros valores; aunque ello se constituye en un elemento básico de la vida humana, hoy es discutible la primacía.
En el primer capítulo aborda cómo enfrentar, desarrollar y fortalecer el gestor, cerebro, fundamento del libro, lo que concreta a lo largo del escrito. Evidentemente, las investigaciones sobre la neurona, como un todo, y sus relaciones, indican la inmensa complejidad del cerebro. ¡Y, lo que falta por descubrir!. Hoy, la investigación de avanzada está dirigida a los sistemas nerviosos.
Ella, enunciando la pregunta: ¿En qué se diferencia la inteligencia natural de la artificial?, explica las diferentes propiedades de cada función. Concluye, como es conocido hoy, que una fundamental función de la inteligencia natural, Homo sapiens, es la creatividad, afortunadamente. Ello permite que descubra principios básicos, reelaborar y enfrentarse a condiciones imprevistas.
Un capítulo interesante se refiere al origen y desarrollo del cerebro de las personas. Aquí se reconoce el papel integrador, como una actividad fundamental, del sistema nervioso y deja secundariamente lo analítico.
A la diferencia entre lo innato y lo aprendido, dedica un capítulo, realzando que las personas tienen la cualidad de aprender, un camino irreversible para el esplendor de la especie.
Otros capítulos son por sí solos interesantes: El cerebro no se jubila; El coste de la ausencia de paz; Revolución pedagógica; ¿Es el cáncer una enfermedad? Agresividad animal y humana; El libre albedrío; La ciencia en el banquillo de los acusados y Nuestra vida: ¿manipularla, prolongarla, truncarla?
Una mujer que entendió fielmente su misión.