Con razón se dice que errar es humano y por lo tanto comprensible, justificable e inclusive puede llegar a ser exculpable. Hay que analizar todas las acciones u omisiones personales que pueden caber dentro de esta connotación evaluativa. Siempre el estudio juicioso de los hechos y las circunstancias debe determinar con alto grado de certeza las responsabilidades dentro de un sistema justo.
Cualquier actividad humana engendra obligaciones indelegables para consigo mismo y la sociedad. Desde el hogar y las primeras sesiones de escolaridad hay que formar paulatinamente en todos los aspectos el significado de vivir en todos los núcleos sociales. Nadie, inclusive los anacoretas y otros, pueden declararse exentos de compromisos con la naturaleza y otros seres vivientes.
Igualmente, ninguna persona consciente y sin mentalidad agresiva ni laxa desea equivocarse. No acepta el error permanente. Cuando sucede la equivocación, una persona bien formada atiende a diferentes vías para reparar el daño o el Estado lo obliga o la misma sociedad le demanda, encargándose que se cumpla el resarcimiento debido o lo castiga con medidas propias del quehacer social, como es el caso legal del aislamiento.
Nadie está libre del error. Se ha repetido, el Papa de la Iglesia Católica en temas de dogma es considerado infalible. Responde por otras acciones u omisiones dentro de la iglesia y ante hombres y mujeres reclamantes. El médico, como cualquier persona, está sometido a la cualificación de su actuar tanto en el ejercicio de su profesión como en la vida cotidiana en cualquier oficio.
El pasado miércoles informó una revista científica, de calidad y difusión mundial, la sanción a un médico italiano, de trayectoria investigativa en células madres, por actividades quirúrgicas experimentales, lesivas para el cuerpo de tres pacientes que les provocaron la muerte. La pena impuesta fue de cárcel por dos años y seis meses.
Quienes lo juzgaron determinaron que el médico actuó con mala intención debido que era totalmente consciente del riesgo para los pacientes, y aun así realizó las cirugías. Analizaron que el médico, científica y técnicamente, no podía esperar una intervención divina o mágica ante las incógnitas y posibles fallas del acto quirúrgico.
Se llegó a afirmar que el médico penalizado utilizó a sus pacientes como animales de experimentación y manera de promover su nombre y actividades e inclusive uno de los pares afirmó que los artículos científicos del médico, relacionados con la terapia realizada, deberían ser retirados.
Ahora, el pasado sábado este diario anunció que han sido llamados a juicio seis médicos por su actuación u omisión con una paciente que finalmente falleció, ante lo cual las autoridades de justicia en sus diferentes niveles deberán determinar el grado de responsabilidad de cada uno de los endilgados.
Se ha dicho e insistido en innumerables oportunidades que el médico jamás tiene la intencionalidad de dañar; ello está en contravía de la esencia de su profesión.
Ahora bien, por muchas razones el médico puede promover o producir lesiones físicas y mentales en uno o varios pacientes; pero ello debe ser analizado alrededor del mismo ejercicio y del entorno. No se pueden exonerar a priori ni a otras personas ni a instituciones que pudieron intervenir o dejar de hacer, ante las fallas con un paciente.
Las Escuelas de Medicina deben ser enfáticas en la formación de los médicos desde el enfoque de las responsabilidades que le son inherentes en el ejercicio de su profesión. Inclusive, en casos que no dependa la vida del paciente de su actuar u omisión, debe considerar la oportunidad de intervención. Deben prevalecer: pericia, diligencia y prudencia.
Los errores personales o de grupo no tienen la facultad de ser extensivos a todos los médicos.