En reciente publicación: Revista de Bioética y Derecho. Perspectivas Bioéticas de la Universidad de Barcelona, se encuentra un cuestionario producto de una investigación, realizada por José Isaac González-Huerta y colaboradores, para validar la autonomía de los pacientes en fase terminal.
Toda persona en pleno uso de su razón, tiene la libertad incontrastable para adoptar las decisiones que le parezcan adecuadas para lograr lo que cada vez es más propio, como es el hecho de tener una muerte que se ajuste conscientemente a su calidad de ser humano.
En la decisión de su querencia para la fase final influyen muchos factores que cada quien debe evaluar y, en consecuencia, si está de acuerdo, adoptará libremente lo que a bien tenga. Los países van legislando para respetar la voluntad de quien va a morir o quiere hacerlo, si se dan determinadas circunstancias previamente aceptadas por él.
Nadie, no importa donde viva, es dueño de la vida de un ser humano, salvo lo aceptado por la ley vigente en determinados territorios, cada vez más escasos, cuando se impone como castigo.
Se ha adaptado y seleccionado el cuestionario invirtiendo el destinatario original y trasladando la pregunta al paciente, quien es actor principal. La respuesta puede oscilar entre el desacuerdo y el acuerdo pasando por una escala de matices.
* ¿Soy yo quien debe tomar la tomar la decisión final sobre mi vida cuando tenga una enfermedad terminal?
*¿Cuándo reciba la información sobre mi estado y las opciones de vida y tratamiento puedo contar con mi familia?
*¿Quiero estar seguro de comprender la información que reciba y si es necesario repetirla?
*¿Debe el médico respetar mi decisión, aunque no esté de acuerdo con ella?
*¿Estoy de acuerdo que se informe a mi familia representada en: ¿esposa, hijos o nietos, y en ausencia de ellos a mis padres o hermanos, sobre mi estado y todo lo referente a mi futuro como paciente terminal vivo o prefiero que se les oculte totalmente?
*¿Deben respetar mi decisión de no ocultarme nada sobre mi estado?
*¿Puedo solicitarle al médico que influya para que se cumpla mi determinación, buscando lo mejor para mí?
*¿Quiero que la familia sea una intermediaria entre el médico y yo?
*¿Puedo solicitar que mi familia no se interponga en mis decisiones referentes a estudios, tratamiento o el modo de terminar mi vida en estado final?
*¿Autorizo a que el médico, otro personal asistencial o la familia traten de modificar mis decisiones para la etapa final de mi vida?
Estas preguntas son de fácil formulación cuando se está con plenas facultades físicas y mentales, pero se hacen más difíciles cuando se tiene un diagnóstico de una enfermedad grave que puede comprometer la vida del paciente dentro un indeterminado tiempo.
Para las respuestas concernientes al ejercicio médico, éste tiene que reflexionar previamente sobre situaciones que son tributarias de su formación y concepción sobre la vida y muerte de su paciente. Viene un viejo adagio que ordena al médico ubicar en la balanza la decisión de que primero no hacer daño. Expresado de otro modo: debe buscar y ejercer lo mejor para su paciente.
El paciente ha pasado de ser pasivo a activo, con plenos derechos sobre su vida y muerte, y nadie, salvo la ley, puede interferir con su decisión tutelada por el médico. El médico también es autónomo, sin restricciones, para realizar las acciones sobre la vida del paciente en términos legales del ejercicio de la profesión. Es cierto y válido, el paciente autónomamente puede terminar con su vida y ello es un acto que sólo le compete al ciudadano.