La costumbre de utilizar, ingerir, introducir o aplicar externamente diferentes sustancias durante la vida de las personas viene desde la misma génesis del ser humano. Los primeros seres iniciadores del linaje de lo que hoy se conoce como Homo sapiens, cuando necesitaban de diferentes vegetales, recurrieron a árboles, arbustos, plantas y forrajes como fuentes de suministro. Con el desarrollo de la especie humana se fue conociendo la utilidad de los vegetales para la vida colectiva o individual de los miembros. Separó lo benéfico, lo dañino e identificó cómo se empleaban naturalmente o simplemente cómo se cogían o se procesaban para determinado uso.
Así, hasta la fecha, no pocos seres humanos utilizan diferentes vegetales, ya no como adornos externos de superioridad, de acción, de religiosidad o de protección, sino como medicamentos de diverso e insospechado uso, bajo las múltiples preparaciones que se conocen. No se pueden olvidar ahora las conocidas y socorridas infusiones. Vinieron los químicos y farmaceutas e iniciaron la larga historia benéfica de la producción y preparación de distintas substancias, en diferentes formas únicas o múltiples de uso. Se impuso la farmacia o la botica.
Cuando surgió la industria farmacéutica, revolucionó todo lo relacionado con los medicamentos. Inversiones e investigaciones fueron sus metas, con resultados abiertos o temporalmente recónditos. Desde productos de composición biológica, derivados o puros, hasta los sintéticos, son el espectro de la producción industrial. La discusión sobre la medicina alopática y la homeopática merece plantearse en otro lugar y tiempo.
Acaba de aparecer un artículo científico con el análisis de lo que será la revolución en los tratamientos para seres vivos, animales de todas las especies, especialmente la humana. El concepto de biomoléculas, procedente históricamente desde el hallazgo de la penicilina, se ha impuesto. En la actualidad se refiere a moléculas estructurales de los seres vivos o con la participación de ellos, como son los aminoácidos, proteínas, lípidos, hidratos de carbono, vitaminas y ácidos nucleicos. Las diferentes funciones de ellas permiten una amplia variedad de acciones biológicas dentro del cuerpo humano.
Los ejemplos más evidentes de biomoléculas modernas externas son los anticuerpos y las hormonas. Sin embargo, son costosas para garantizar pureza, estabilidad de almacenamiento y la vida media adecuada de las substancias dentro del cuerpo, teniendo en cuenta que el sistema inmune puede combatirlas. La pregunta esencial sería: ¿Qué pasaría si su cuerpo pudiera producir sus propios medicamentos a pedido?
La otra perspectiva del artículo es la combinación de la biología sintética, diseñando un ADN de una célula especial para crear o modificar funciones, y la utilización de la bioelectrónica para controlar eléctricamente la función fisiológica que permita la detección, acción y comunicación inalámbrica para producir medicamentos dentro del paciente. El artículo introduce el novedoso tema del biohíbrido, la integración de células de ingeniería, biomateriales y electrónica, los implantes. Este avance tecnológico vendría a transformar toda la farmacología. Sin embargo, los costos calculados serán enormes, pero a la larga llegará el acceso fácil, pero controlado.