Salvo los principios de la fe religiosa, bases de toda convicción de sus creencias, que deben ser respetadas en cualquier sociedad, lo demás cambia según las exigencias de los pueblos con sus maneras de vivir a través de los siglos.
No escapa a la anterior premisa la medicina con su ejercicio benéfico para las sociedades. Desde los conceptos antiguos basados en culturas diferentes que han dado lugar a distintas maneras de entender la medicina y a quienes la practican, hasta los últimos eventos desarrollados con importantes facetas tecnológicas, la sociedad tiene que exigir lo mejor para todos.
Además, tiene la obligación de propender por su salud en especial lo referido a su atención médica, independientemente de los sistemas y modelos que existan para ofrecer sus servicios. En este sentido la medicina es una actividad ubicada dentro del concepto de lo social. No es una actividad comercial, aunque hay empresas que promueven y desarrollan servicios recocidos por ley en diferentes lugares del planeta.
El ejercicio de la medicina debe tener la excelsitud que merece cada persona y con ello debe entenderse que quien la practica debe recibir la mejor formación, posible de un lado e ideal del otro, para cumplir con su tarea fundamental.
Ello obedece a la necesidad de tener todos los elementos para la preservación del ser humano y, por ende, conservar una parte fundamental de su dignidad al vivir libre de enfermedad o al menos controlarla o incitar al cuidado de la misma, comenzando con la preservación de un estado que le permita vivir dentro de cualquiera de los círculos humanos.
La formación de los médicos, muy distinta a la instrucción con sus habilidades y destrezas, es un tema, como se ha expresado infinidad de veces, que concierne a la sociedad. No es asunto independiente.
Cada Escuela de Medicina, más allá de las autonomías universitarias, es responsable frente a la sociedad por los estudiantes que recibe y los profesionales que entrega. En Colombia ello sucede indefectiblemente a nombre del Estado.
Por lo tanto, éste es responsable en algún porcentaje por la preparación de los médicos tanto generales como postgraduados en sus cuatro vertientes. Y, su compromiso con la sociedad en este campo es ineludible, debiendo la sociedad exigir lo mejor a quienes pretendan ejercer la medicina.
En la formación de médicos no hay punto final. El año de Servicio Social Obligatorio fue una exigencia fundamental e ineludible, para ejercer la medicina, por extensión odontología y laboratorio clínico, con resultados incontrovertibles, que le permitían al médico recién graduado prestar un verdadero servicio social, con ganancia evidente para sí, su profesión, y la sociedad que pretendía servir.
El sistema fue cambiando hasta ser a veces un remedo que se volvió un obstáculo para seguir adelante en el entendimiento y ejercicio de su profesión. Actualmente, varias deficiencias en el ejercicio de la medicina se deben a la limitación de prácticas indispensables y suficientes, aunado a las restricciones, inapropiadas, impuestas a los médicos generales.
Desde enero de este año está circulando un proyecto de decreto que regula algunos aspectos del Servicio Social Obligatorio, SOB. Éste podrá realizarse en 6, 9 o 12 meses, inequidad a primera observación; no es apropiado equipararlo al servicio militar; no es apropiado exonerar a los extranjeros postgraduados; es apropiada la dispensa por enfermedad catastrófica, caso fortuito o fuerza mayor; el egresado no debiera hacer un pare hasta lograr una plaza; afortunadamente en contra de las decisiones superiores sobre el SOB se conceden recursos de reposición y apelación.
Cualquier evento que limite la formación del médico es un atentado a la sociedad.
Adicionalmente, en Colombia se impone una revisión curricular a la medicina.