El valor es una cualidad de las personas que puede expresarse permanentemente o en ocasiones ante diferentes retos que impone el hecho de vivir. Ser valiente no es sinónimo de bravucón o cosa parecida, aunque en no pocas ocasiones puede confundirse. La valentía tiene arraigo multifactorial todo ligado a la personalidad y a los intereses. Los valientes tienen otras maneras de entender la vida y observar todo aquello que los rodea, comenzando por sus semejantes y sus obras.
La valentía es una expresión de vivir. Un distintivo de ser que se va construyendo con la formación del carácter en el tiempo y la ayuda pragmática del devenir constante de estar en sociedad.
El valor tampoco puede confundirse con la agresión permanente u ocasional contra otros seres. El valor no es exclusivo de doctos ni de humildes; tampoco debe relacionares directamente con género, religiosidad o militancia política, aunque hay culturas que aún las confunden.
Por ello, cuando se menciona valor se abarca todo el significado, implícito y explícito, entre seres humanos. Enlaza temas que aparentemente no tienen vinculación pero que explican muchos hechos y actuaciones.
El diario El País de Madrid, con el apoyo del BBVA, trae en la edición digital una serie de entrevistas con temas y personajes de primera línea en todas las áreas del saber y la experiencia.
Esta vez, con el lema: Aprendemos juntos 2030, llega Diego Garrocho un joven profesor universitario y filósofo español con el atrayente tema: Ser valiente es atreverse a cambiar de opinión. Comienza su entrevista con la profesora y escritora Menchu Cuesta con una sentencia que debiera ser el eje de la intención de todo acto educativo: Si la educación existe es porque podemos cambiar.
La reflexión sobre esta premisa debe llevar a un análisis completo de los objetivos de la educación, entre los cuales el cambio debe ser imperativo. Eso lo conocen los profesores desde aquellos que contactan a los infantes en sus primeras horas de jardín hasta quienes conducen doctorados. ¿Si no es para el cambio, entonces para qué tanta dedicación y esfuerzo?
La respuesta es sencilla, pero la mayoría las personas permanecen en un estado de indiferencia que puede causar confusiones en la manera de entender la educación.
El expositor relanza otra verdad: El hombre es un animal inacabado. Comprendido así, aparece como lógica la educación, más allá de la instrucción, para proveerles a las personas otras maneras de entender su vida, superior a lo estrictamente pragmático.
Por lo mismo recuerda a Séneca cuando exponía: ¿De qué vicio te has curado hoy? Ello implica una permanente mejoría del ser humano. Solo así se justificaría el proceso formativo de la vida en el sentido de que todos fueran mejor que sus ancestros y esto debe repetirse generación tras generación. Muchos resultados son obvios, afortunadamente para la especie, la sociedad y la persona.
Sin embargo, el profesor expresa que las certezas de las personas pueden ser destruidas cuando se enfrentan al escrutinio público. La valentía debe estar presente para aceptar el hecho.
En muchos sectores de la sociedad actual se esboza que: Pensar es pensar contra otro. El filósofo rechaza de plano esta afirmación y la conducta derivada. Como complemento enfatiza que pensar no es oposición. Ello que es diáfano se convierte, como lo dice él, en un vicio
Nada más cierto. Colombia es un buen ejemplo cuando se encuentran por doquier contradictores sin argumentos valederos y el ataque proviene por el posicionamiento diferente.
La vivencia diaria enseña, como lo dice él, que destruir es fácil, pero crear es complejo. Hay que agregar que la creación necesita de más construcción mental que decir siempre no, aunque parezca revolucionario.