La historia de la atención sanitaria en la región viene desde hace al menos cinco siglos. Los cambios han sucedido de acuerdo con varios factores como constitucionales, legales y otras normas que han hecho posible llegar al momento actual, siendo la base para determinar la necesidad o no de una reforma.
La concepción actualizada de salud implica múltiples acciones, teóricas y prácticas, que determinan la situación real de los seres humanos con referencia a su indispensable bienestar completo hasta contar con una vida digna, a la cual tiene derecho todo ser humano.
Al Preguntar: ¿Qué es una vida digna? La respuesta alcanza horizontes insospechados; y la carencia continua de los pilares que soportan la dignidad lleva a considerar como normal lo que es anormal, porque nunca se ha tenido o se pierde temporal o definitivamente. La dignidad estriba en ser personas con todos sus derechos cumplidos y mantenidos.
Siempre se ha discutido, en todas las épocas, si la atención sanitaria que reciben los ciudadanos es buena. No es adecuado responder escuetamente: sí o no. Las afirmaciones o negaciones emitidas a los cuatro vientos requieren consideraciones apropiadas. Por lo tanto, afirmar que el sistema vigente es bueno o malo, sin mayores análisis profundos que deben hacerse públicos, es inconveniente por los errores que se pueden inducir.
Lógicamente, Si es bueno se debe dejar inalterable. Si es malo se debe cambiar todo o parcialmente. Pero antes de llegar a esta encrucijada que tiene adeptos de todos lados y teniendo en cuenta que entre los extremos hay matices, como toda realidad, se debe establecer: ¿A qué tiene derecho exactamente cada habitante de Colombia en cuanto a la atención sanitaria?
Cuando se defina sin sesgos los derechos y el faltante, se deben consolidar globalmente los resultados, cercano al 100%. Se requiere diferenciar las estructuras geopolíticas y administrativas comenzando con la urbana y rural; la población citadina de grandes, intermedias o pequeñas comunidades; la laboral o sin ocupación; la gestación, niñez, juventud, adultez o vejez; la diferencia de género; las etnias territoriales y así se deben tener en cuenta muchas variables que impliquen diversas situaciones para llegar a una realidad y no simples especulaciones basadas en datos incompletos.
Una vez definido lo mandado y comparado con la realidad entonces se produciría la definición de: ¿Qué tan bueno o malo es el actual Sistema? Lo demás son pamplinas de allá y de acá.
Un trabajo publicado el 11 de octubre en The Economist sobre 40 países referenciados y 37 factores analizados, acerca de la inclusión en salud, determinó que el mejor país fue el Reino Unido seguido por Australia, Francia, Alemania y Suecia. El peor fue Bangladesh junto a Argelia, Egipto, Honduras e India.
El estudio comprendió tres áreas: La salud comunitaria, sistemas de salud y gente y comunidad que fue el mejor predictor de la salud global de un país. Allí se hace referencia a la situación del Sistema de Salud en Colombia que le define un lugar de preeminencia el contexto universal, dentro de los diez primeros, pero solo se refiere a la inclusión.
De los factores considerados todos tienen diferentes connotaciones pero la cifra del puntaje total colombiano está ligeramente por encima del promedio de los países estudiados. ¡Ni tanto ni tan poco!
El índice de inclusividad fue definido como el proceso para el cambio de personal y las barreras sociales, culturales y políticas que impiden en las personas y comunidades la obtención de una buena salud física y mental, para llegar a una vida digna.
Todos reconocen que el Sistema vigente requiere al menos ajustes inmediatos a lo que deben contribuir todos los actores.