Poco a poco se ha instalado una costumbre antihumana que inunda el panorama de las relaciones interpersonales. ¡Suerte! Se escucha y lee por doquier como un mensaje a distintas personas cuando emprenden una actividad. Se confunde la palabra con un deseo de buena gestión.
Definitivamente no son iguales la frase buena gestión, o éxito, y suerte, sus significados no pueden ser confundidos. Las acciones conscientes de los seres humanos no deben estar amparadas por el signo de la suerte.
Desde siempre la suerte está presente en el azar; en términos sencillos puede traducirse en que puede ser o no ser sin la intervención de las personas; en diferentes casos se esperan resultados de las acciones en las que le corresponde actuar ya sea por voluntad autónoma o en aquellas circunstancias en las que los compromisos exigen su participación.
¡Suerte! Tenerla significará en la actualidad que los resultados de lo que se emprende deberán ser positivos, en el amplio panorama de los medios y los fines. Para un juego de cartas u otros elementos; una rifa; un bazar o cualquier otra acción en donde la participación de las cualidades de una persona no intervendrá en la obtención de resultados, el albur puede ser la solución no controlada. El deseo por una buena gestión es una expresión hidalga. Si es sincera la aspiración es un buen mensaje de solidaridad, aun las personas emprendedoras no estén dentro del pectoral de sus amistades cercanas.
Louis Pasteur
Un científico francés reconocido universalmente va a cumplir, el próximo 27 de diciembre, 200 años de haber nacido en Dole. El apellido Pasteur es rememorado millones de veces al día cuando se introduce el término de pasteurización, procedimiento aplicado para eliminar microorganismos infecciosos en muchas materias, con especial connotación en la higienización de los productos lácteos.
Pasteur es considerado el padre de la microbiología moderna. Su teoría para negar la generación espontánea ha servido para darle a la ciencia de los microorganismos y otros seres una dimensión real de los sucesos de la vida.
La base de sus investigaciones ha proporcionado elementos para diseñar acciones en contra de las enfermedades infecciosas. Es imprescindible recordar siempre las frases de Pasteur: En nuestro siglo, la ciencia es el alma de la prosperidad de las naciones y fuente de vida del progreso. Sin lugar a dudas, las agotadoras discusiones diarias de política parecen ser nuestra guía, ¡apariencias vacías!, lo que realmente nos lleva hacia adelante son algunos descubrimientos científicos y sus aplicaciones…
Sentencias que parecen de hoy, expresadas por el químico quien produjo y aplicó la primera vacuna, 1855, contra la rabia en una época difícil. Todavía, lamentablemente, mueren miles de personas por la infección de este virus. Acuñó el término vacunación en honor a Edward Jenner, el héroe de la vacuna contra la viruela.
El legado de Pasteur se ha convertido en el arma útil para diseñar programas de salud pública que han modificado las infecciones intrahospitalarias y la contribución a las nuevas investigaciones contra la resistencia microbiana. Pasteur es un héroe de la ciencia que desde muy joven ya era una figura mundial por la rigurosidad de sus estudios, esa que tanta falta hace en algunos espacios.
Los frailes
En 1965 en la Universidad de Caldas se enseñaba, como una teoría novedosa, el cuidado que debían tener quienes cultivaban hortalizas, las cuales eran regadas con aguas negras como era la costumbre, y por ello las lechugas y otras especies comestibles se contaminaban con parásitos, huevecillos y bacterias.
Ahora un estudio antropológico revela que alrededor del año 1200 había frailes agustinos en Cambridge con estructuras compatibles con parásitos.