Se frustró el sicariato moral en redes de los “personajillos” que, con oportunismo carroñero, cayeron sobre los ganaderos, a raíz del cargamento de cocaína incautado en el buque Orión V.
El comandante de la Fuerza Naval del Caribe aclaró que el buque salió “limpio” de Cartagena y fue contaminado en aguas internacionales, presuntamente por el Clan del Golfo; y quedó claro que los ganaderos nada tienen que ver, pues venden sus animales “en finca” a un exportador que los entrega a bordo del buque y, desde ese momento, las responsabilidades se trasladan al comprador.
Siento, sin embargo, que el escándalo en medios, como el de los difamadores de oficio, es un libreto repetido en un país que hace mucho perdió su capacidad de sorpresa frente al narcotráfico.
¿De qué se sorprenden? López era presidente cuando, ¡en 1976!, el Gloria viajó a celebrar el bicentenario de Estados Unidos con más de una tonelada de coca. En 1996, el avión presidencial que iba a llevar a Samper, ya sin visa, a la Asamblea de la ONU, llevaba también 14 paquetes de droga. En 1998, a un carguero de la FAC le encaletaron más de media tonelada, todo ello sin contar los minisubmarinos y la tragedia de las “mulas”.
Los bananeros controlan por GPS los camiones y terminarán prohibiendo la parada hasta para ir al baño, porque en cinco minutos los pueden “contaminar”. Los floricultores siempre han lidiado con ese riesgo, que hoy amenaza a las exportaciones de ganado.
¿De qué sorprenderse?, si tenemos más de 200.000 hectáreas de coca, el Gobierno baja su meta de erradicación a 20.000 y propone legalizar cultivos de hasta 10 hectáreas. Comparto la condición de víctima del campesino, pero veremos “parcelados” cultivos mafiosos y seguiremos en el sinsentido jurídico que también opera en el consumo. Se legaliza el pequeño cultivo, pero ¿a quién le vende el campesino?: al narcotraficante. Se legaliza la dosis mínima, pero ¿a quién le compra el consumidor?: al microtráfico.
La sustitución es la mejor táctica, dentro de la estrategia de recuperar el campo, pero no para lanzar al campesino a la pobreza, sino para sembrar productos agrícolas con potencial competitivo o hacer ganadería silvopastoril rentable, y entonces hablamos de vías, servicios, crédito, asistencia técnica y protección del Estado.
Si de enfocar esfuerzos y mostrar resultados se trata, ahí están los cinco municipios que concentran el 33% de los cultivos de coca, para aplicar herramientas como el Acuerdo con Fedegán para la compra de tierras con asistencia técnica a los nuevos propietarios. Todo el campo debe ser recuperado, pero allí se debería empezar, convirtiéndolos en prósperos centros de producción agrícola y ganadera.
Solo así se podrá empezar a quitarle tierra y, más importante, campesinos al narcotráfico. Solo así el país avanzará hacia la paz total, que pasa por la recuperación económica y social del campo. No hay otro camino.