Los avances en la comprensión de nuestras culturas ancestrales han permitido dejar de lado aquella idea vetusta de que sus usos y prácticas carecían de innovación o comprensión compleja de los procesos naturales. Incluso puede afirmarse que es hasta ahora que podemos entender ciertas prácticas como formas más inteligentes de comprender la naturaleza y sus ciclos. Los saberes ancestrales de los Pueblos Indígenas y los conocimientos tradicionales de los antepasados son fundamentales en el cuidado de la naturaleza y la vida, para prevenir los efectos del cambio climático y sus desastres naturales.
Por ejemplo, la sustentabilidad agrícola, los saberes asociados a la siembra, como la plantación de especies nativas adaptadas a los ciclos naturales y resistentes a los cambios; la rotación de cultivos y quemas controladas, para proteger el suelo, la vida silvestre y árboles de gran tamaño que preservan los nutrientes de la tierra; eran prácticas de varias de nuestras culturas ancestrales mucho antes de que habláramos de sustentabilidad.
Para la prevención o mitigación de las inundaciones en la zona de la Mojana hace más de nueve mil años los Zenues generaban sistemas hidráulicos complejos con canales y drenajes que permitían que el agua fluyera y no se estancara. La construcción de viviendas con materiales locales, elementos naturales propios de los entornos en los que se localizaban, en lugares fuera del alcance del aumento de los niveles del agua de los ríos o del mar o adaptados a variantes, como es el caso de las construcciones palafíticas; dan cuenta de la adaptación y comprensión del entorno. Ahora hemos comprendido que la ubicación de estos poblados eran complejos sistemas de planificación y ordenamiento asociados y en diálogo con la naturaleza.
Las experiencias y conocimientos aprehendidos por los pueblos indígenas que han comprendido los ciclos del planeta y los impactos de los fenómenos naturales, incorporan el riesgo desde la conciencia del respeto por el entorno y generan acciones de resiliencia que se transforman en prácticas y creencias, en las que se protegen las vidas y la naturaleza.
El llamado del volcán es el de valorar y generar acciones tanto para la recuperación como para la transmisión de saberes, la articulación con las técnicas y metodologías actuales para la generación de estrategias y diseño de políticas públicas frente a la prevención y mitigación del cambio climático y de las adversidades naturales. Tarea que el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes se ha tomado en serio junto con la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo que ya tiene un convenio que se desarrolla en más de 60 municipios del país que se han visto afectados por la emergencia climática.
La prevención y gestión de desastres, necesita beneficiarse definitivamente del conocimiento ancestral y de la ciencia; también requiere de una trasformación en el pensamiento para lograr construir modelos con enfoque cultural para la justicia social y el cuidado de la vida.
Recuperar el diálogo y respeto por el universo y las cosmovisiones, la naturaleza y los demás seres vivos es la base para la generación de una gestión de riesgo intercultural, que comprenda y articule acciones fundadas en los saberes ancestrales y conocimientos y prácticas tradicionales para la organización, planificación, ejecución y control enfocados la prevención, disminución y mitigación de los efectos del cambio climático y de los desastres naturales.