La conquista de sus derechos la han logrado las mujeres por sí mismas, con hechos, no con retórica, que es “el cementerio de la realidad”, según el filósofo. El machismo ha sido una constante en la historia de la humanidad, fundamentado en la dependencia económica, la fuerza bruta y la posición dominante en el ejercicio de la sexualidad. No obstante, de las aparentes fragilidades y sometimientos el “sexo débil” ha sacado fortalezas que lo han enaltecido y puesto en lugares de dominio, con los recursos de la persuasión, el raciocinio y los encantos naturales; además de la sutileza para lograr objetivos, que se desliza sin aspavientos, pero puede ser más eficiente que la musculatura y las armas. Ejemplos hay muchos, lejanos y cercanos en la historia. Uno, tomado al azar, fue Olympia, la madre de Alejandro Magno, quien se deshizo de su marido, el rey de Macedonia Filipo II, a través de la seducción a súbditos suyos, para que ascendiera al trono su hijo, y redondeó la faena diciendo que éste había sido engendrado por Zeus, dios supremo de los griegos, y no por su marido.
La supeditación de las mujeres a costumbres impuestas por los hombres ha sido argumento de líderes religiosos, sociales y políticos ultragodos, que ubican en el placer de la sexualidad buena parte de los pecados identificados por las sociedades machistas, restringiendo el goce para ellas, mientras que lo consideran un derecho supremo de los hombres. Al amparo de esos “principios”, se han cometido diversos atropellos a la dignidad de las mujeres y se ha violentado su naturaleza. Por conocidos, sobra enumerarlos. Sin embargo, por la insistencia secular de muchas de ellas, en diversos países de variados credos y costumbres, ha ido calando la igualdad de sexos como un derecho universal, con la paciencia e insistencia de la gota de agua que horada la piedra. Los resultados, cada día se hacen más evidentes, con la diferencia frente a otras de que esta “batalla” no ha requerido más armas que la razón.
Desde la educación, en Colombia, por ejemplo, que hace mucho tiempo superó el croché, la culinaria, la plancha, la escoba y la maternidad como únicos objetivos de vida de las mujeres, para extenderse a todas las disciplinas intelectuales y académicas, la ciencia, los deportes, el arte, la política, los negocios y la administración pública y privada, se observa el protagonismo del bello sexo, que, además de ser precioso adorno, desempeña tareas relevantes con eficiencia; incluidas las ilegales y criminales, porque el asunto es por parejo.
Quienes se van por las ramas en el análisis y solución de los asuntos que atañen a las comunidades, para conquistar simpatías y adhesiones femeninas, como feligresías religiosas o material de urnas electorales, acuden al precario argumento de separar los sexos en las alusiones y discursos, violentando la sintaxis del idioma español, a lo que no escapan personajes supuestamente cultos, que dicen y escriben separando artículos, sustantivos y adjetivos masculinos y femeninos, presidiendo de las expresiones genéricas. Tales posturas serían graciosas, si no fueran lesivas del idioma español; y violentaran su elegancia y sonoridad.