Las armas parecen ser la mejor opción para quienes carecen de ideas. En cerebros de neuronas escasas y opiniones estériles, la violencia se convierte en el principal sendero para hacerse valer. Poco importa la vida, la libertad, los bienes o el honor. Golpear, asesinar, secuestrar, amedrentar y constreñir son las mejores opciones para bandidos que le hacen culto a las balas y apología al crimen.
Ecuador se encuentra hoy envuelto en un espiral de violencia y desesperación. La amenaza de bandas narco criminales oscurece el horizonte, sumiendo al país en un conflicto que desafía su esencia. La violencia, cruda y despiadada, se ha convertido en el hilo conductor de la tragedia ecuatoriana. La fuga de líderes criminales y la evasión de la ley pintan un panorama sombrío. Sin embargo, no podemos perder de vista que, a menudo, la luz emerge de las sombras más oscuras.
Los hechos sucedidos hace dos días, en los cuales una cadena televisiva de Guayaquil fue tomada violentamente por hombres con fusiles y granadas, deja en evidencia la preocupante capacidad operativa de los grupos criminales en suelo ecuatoriano. Pero cada acción tiene su reacción y esta no fue la excepción.
La declaración de Daniel Noboa de un “conflicto armado interno” no es simplemente un acto administrativo; es un llamado claro y valiente a la acción. En un país asolado por bandas de nuevos narcos, la ambigüedad y las medias tintas solo servirían para perpetuar la oscuridad. La decisión de enfrentar abiertamente la crisis demuestra la voluntad inquebrantable de un líder que entiende la magnitud del desafío. Combatir el narcotráfico y derrotar la violencia mediante la fuerza del Estado debe ser la consigna latinoamericana: Con los bandidos no se negocia.
En esta encrucijada, las palabras de Homero resuenan, recordándonos que “el terror y la piedad se apoderarán de aquellos que escuchen este canto”. Daniel Noboa, con su determinación, busca despertar la piedad de la sociedad ante la tragedia que se despliega. Pero, al mismo tiempo, su firmeza indica que el terror no será tolerado, que la lucha contra las fuerzas criminales se llevará a cabo con todas las herramientas disponibles.
Colombia, vecino y compatriota, ha experimentado décadas de conflicto armado y tratos fallidos con grupos criminales. La historia de concesiones y prebendas a cambio de una efímera esperanza de paz que hoy parece más distante que nunca, ha dejado cicatrices profundas en sus calles. Ecuador, en su búsqueda por erradicar la violencia, debe aprender de los errores de su vecino. La luz no se encuentra en acuerdos que comprometan la justicia, sino en la firmeza y la valentía para enfrentar a los criminales con determinación.
El paso dado por Noboa es fundamental. Pero la fuerza del Estado debe amalgamarse con el tejido social. Corresponde en esta instancia fortalecer el carácter y la formación de ciudadanos como las herramientas más poderosas en este combate. La construcción de una sociedad fuerte y ética es la verdadera obra maestra que desafiará las fuerzas del narcotráfico. No es solo un cambio superficial, sino una transformación profunda que arraigue la paz y la seguridad en la esencia misma de la sociedad.
Ecuador, a pesar de la oscuridad que lo envuelve, tiene la oportunidad de escribir su propia epopeya. La luz contra el terror no solo simboliza la resistencia actual, sino la promesa de un amanecer en el que la paz y la justicia sean los guardianes de la nación. Con el corazón erguido y la mente clara, enfrentemos juntos la tormenta que amenaza con despojarnos de nuestro ser.