Los opuestos ideológicos son peligrosas zonas en las que extrañamente terminan habitando quienes profesan, con la vehemencia de un mantra, una ideología determinada. Acostumbrados a lanzar dardos contra todo lo que no se les parece, concluyen su epíteto vital circundando sus laderas para regodearse en las mieles de lo que antes censuraban. Dos ejemplos latinoamericanos nos invitan a la reflexión:
Hugo Chávez llegó al poder en 1998 prometiendo una transformación democrática que respetaría los derechos humanos, la libertad de empresa y el libre mercado como fundamentos para un país más próspero. Durante su campaña presidencial, Chávez propuso una “revolución bolivariana” que buscaría reducir la pobreza y promover la participación ciudadana en Venezuela. Una vez en el poder, cambió de postura y su administración se caracterizó por la violación sistemática de los derechos civiles y políticos. Su gobierno utilizó la represión policial y militar para sofocar la oposición que movilizaba protestas en su contra, exiliando o apresando a críticos como Leopoldo López, Antonio Ledezma, Carlos Vecchio o Julio Borges. De manera persistente su mandato promovió la violencia e intimidación contra los defensores de los derechos humanos y los periodistas, y la corrupción y la impunidad se convirtieron en problemas generalizados.
Pero la represión no fue la única constante de este reyezuelo caribeño. En lo económico terminó radicalizando el discurso socialista y alejó definitivamente la inversión en Venezuela, decreciendo a indicadores que 25 años después no se han recuperado. En efecto, Chávez implementó políticas de nacionalización y expropiación que afectaron a las empresas y a los derechos de propiedad, lo que generó inseguridad jurídica y restricciones a la libertad económica. También hubo un aumento de la inflación y la deuda pública, lo que afectó las finanzas del país y generó problemas sociales.
Pero allí no terminan las contradicciones. Resulta irónico que mientras las calles de la Venezuela socialista se atiborraban de famélicos protestantes, según información publicada por algunos medios,la hija del fallecido dictador presuntamente guardaba la nada despreciable suma de 4.197 millones de dólares en cuentas de Andorra. Una parodia digna de un triste capítulo de humor negro.
Otro ejemplo que merece este podio es Cuba. La Revolución Cubana, liderada por Fidel Castro, se fundamentó sobre la necesidad de derrocar al gobierno autoritario del presidente Fulgencio Batista y establecer un régimen socialista en Cuba. Los líderes de la revolución promovieron la justicia social, la igualdad y el derecho a la autodeterminación de los pueblos.
Sin embargo, una vez en el poder la dictadura de Castro implementó medidas económicas y sociales que han restringido las libertades individuales y promovido la violación a los derechos humanos de manera constante durante los últimos 64 años. Aunque Castro hoy yace en el sepulcro, las nefastas consecuencias de su dictatorial régimen aún se sufren en la isla caribeña. En efecto, el gobierno cubano ha sido acusado de utilizar la represión política y la violencia para mantener el poder y sofocar la oposición. Muchos de sus contradictores han sido encarcelados o exiliados, y el modelo cubano ha sido criticado por la falta de elecciones libres y justas impidiendo la participación cívica y el pluralismo donde el partido comunista tiene una vigencia hegemónica.
Pero esta línea dura solo se exige de un pueblo que se autoproclama revolucionario porque no conoce otra forma de vida. Mientras el régimen exigía sacrificios humanos incompresibles a sus ciudadanos, Castro se llevó una suma incalculable que la revista Forbes consideró “multimillonaria”.
Estos dos ejemplos nos plantean una cuestión de fondo. El actual gobierno colombiano parece dispuesto a sellar alianzas con las personas que antes acusaban, haciendo gala de un comportamiento falaz que los conducirá actuar de la misma manera que reprochaban. No bastando con ello polariza cada día a la opinión pública con propuestas que, por radicales, terminan por parecerse exactamente a lo que dicen combatir: El autoritarismo y el ejercicio abusivo de poder que no consulta a todas las partes afectadas. Definitivamente demasiado al este … es oeste.