“No importa cuánto hayas avanzado por el camino equivocado, siempre da la vuelta”. Proverbio Chino.
Interpretar los hechos no es fácil. Con frecuencia los detractores resultan proclives a expresar opiniones sesgadas y que no tienen en cuenta el panorama completo. Se desea que la realidad se acomode a una óptica parcializada y a partir de allí se lanzan violentos juicios contra todo aquello que atente contra una opinión ya formada. Pocas cosas resultan tan intelectualmente desafiantes y mentalmente complejas como variar de criterio. En nuestro contexto resulta imposible compartir la directriz que el gobierno nacional le ha dado a la economía, pero en justicia se debe reconocer que su pésima gestión no es la única causante de todos nuestros males. Algunos puntos para reflexionar.
La voracidad cambiaria consume una parte de los mercados globales. En conjunto, casi todas las monedas del mundo han perdido valor frente al dólar. La lira turca, la libra esterlina e inclusive el euro, han terminado sobre la lona cada vez que la FED (Reserva Federal de los EE. UU) eleva sus tasas de intervención, dado que los capitales se mueven a comprar bonos del tesoro del coloso del norte, que son los más seguros y con mayores rentabilidades. Es lógico, mayor beneficio y menor riesgo se prioriza sobre la inestabilidad típica de los países emergentes. Lo que resulta incomprensible es que el gobierno primíparo que hoy vivimos arroje combustible sobre una hoguera encendida. Además de un lacerante contexto internacional, nuestro prominente poder ejecutivo se empeña, insistentemente, en profundizar los temores de los agentes económicos hasta el punto de la desesperación. De otra manera no se podría entender que tuviéramos un dólar a 4.999, con una devaluación acumulada del 28% desde la segunda vuelta presidencial, mientras los pares de la región registran desvalorizaciones que oscilan entre el 3% y 6% en el mismo periodo.
Descontada la devaluación promedio de la región del 6%, la inexperiencia en el manejo de la gestión pública de algunas flamantes ministras quienes alardean de sus habilidades locuaces para repetir las palabras que como candidato pronunció el presidente de la república, le han costado a la nación un elevado 22% en la tasa de cabio. Este horror en el manejo de la divisa colombiana es un desastre para el gobierno. La correlación cambiaria se debe salvaguardar como la niña de los ojos por cualquier administración, sin importar el tinte político que ostente. Izquierda, derecha, centro, progresista, reformista, apolítico o como fuere; cuidar el comportamiento de nuestra divisa nacional no debe ser una política de gobierno sino de Estado.
Es seguro que quienes depositaron su voto por la propuesta del cambio no tenían esto en mente y que “vivir sabroso” no incluía las penurias en que hoy nos tiene el peso colombiano. La economía parece habérsele salido de control a un gobierno que solo cuenta con tres experimentados ministros al frente de las carteras de hacienda, educación y agricultura, y un collage de infantes políticos que no están preparados para afrontar el reto que estas dependencias comportan.
Urge cuidar el sector importador que abastece los mercados locales de productos básicos como alimentos, maquinaria, insumos agroindustriales, textiles, productos químicos, papel, medicamentos, etc. Algunos sectores ya han sentido el abandono de la presente administración en la preservación de las condiciones básicas de trabajo y no tardará mucho para que esta percepción se generalice en la mayoría de los colombianos. No es ineludible la debacle. El daño no está consumado y se pueden adoptar los correctivos necesarios para reencauzar el camino por la senda del crecimiento. Hemos tomado un sorbo de la teoría del “decrecimiento” que felizmente pregonan algunos y francamente tiene un sabor demasiado agrio para nuestros bolsillos. Le guste o no al ejecutivo, deberá acoger como mantras algunos términos usados por sus predecesores como “la confianza inversionista” y la “cohesión social” para superar el terremoto que ha sacudido a la economía nacional. No es tarde para hacerlo pues, como lo expresa un adagio chino “No importa cuánto hayas avanzado por el camino equivocado, siempre da la vuelta”.