¿Cuán convulsa ha sido la historia de Israel? Desde los albores de la Biblia se datan eventos históricos que repercuten hasta nuestros días. Los hijos de Abraham han luchado entre si por miles de años reclamando derechos sobre un suelo que originalmente perteneció a los Cananeos y que desde entonces han ocupado Judíos, Babilonios, Persas (que para entonces no era musulmanes), griegos, turcos, cristianos, otomanos, ingleses y finalmente judíos nuevamente. Aunque es innegable que antes del nacimiento del Estado de Israel en 1948 no existía un estado palestino en la forma moderna que conocemos, es necesario remontarnos a las raíces profundas de la presencia judía en estas tierras, raíces que se sumergen en el abismo de los milenios.
En un contexto marcado por la Primera Guerra Mundial, en 1917, el gobierno británico emitió la trascendental Declaración de Balfour, que tuvo un impacto profundo en la configuración del futuro de la región. En medio de un conflicto global, la declaración expresó claramente el apoyo británico a la creación de un “hogar nacional para el pueblo judío” en Palestina. Esta declaración representó una declaración oficial y pública de reconocimiento internacional de los derechos nacionales judíos en la región. Fue un momento crucial que reflejó el creciente respaldo internacional a la aspiración judía de establecer un estado en su tierra histórica. La Declaración de Balfour sentó las bases para futuros desarrollos, dando forma a la historia y el derecho internacional en la región durante las décadas siguientes.
Sin embargo, fue en 1947 que las Naciones Unidas tomaron un paso trascendental al adoptar la Resolución 181. Esta resolución recomendaba la partición del territorio de Palestina, entonces bajo mandato Británico dado que no existían Estado Palestino en el sentido lato del término, en dos estados independientes, uno judío y otro árabe, con Jerusalén como un enclave internacional. Aunque no tenía fuerza legal vinculante, representaba el respaldo internacional a la idea de establecer un hogar para ambas comunidades en la región.
El 14 de mayo de 1948, David Ben-Gurion proclamó la independencia del Estado de Israel. Esta proclamación se apoyó en argumentos legales y en la profunda historia de la presencia judía en la tierra, afirmando que “el Estado de Israel ha sido establecido en Palestina para ser conocido como el Estado de Israel”.
Desde su nacimiento, Israel ha sido reconocido por una gran mayoría de países en el mundo como un estado soberano e independiente, un respaldo que refuerza su posición como actor legítimo en la comunidad internacional. No se puede perder de vista que a lo largo de los siglos, incluso cuando diferentes imperios la gobernaban, las comunidades judías han mantenido una presencia continua en su tierra ancestral. Los lazos históricos y culturales de los judíos con la región se remontan a milenios atrás.
Desde 1948, Israel ha ejercido un control efectivo sobre su territorio, uno de los criterios fundamentales en el derecho internacional para establecer la soberanía. La administración, legislación y protección de las fronteras son ejemplos que refuerzan este control efectivo.
Y no podría ser de otra manera. Con carácter previo a la resolución de la ONU en este espacio territorial no existía un Estado Palestino sino un mandato británico, precedido a su vez por el Imperio Otomano cuya disolución dio lugar a la aparición de Turquía, Egipto, Arabia Saudita, Grecia, Siria, Líbano, Jordania e Israel, pero no el Estado Palestino. El pueblo Palestino merece vivir en paz y surge la necesidad imperiosa de llegar a un acuerdo que permita la coexistencia pacífica de ambas naciones, pero, en todo caso, reconociendo el derecho del Estado de Israel a permanecer sobre su territorio, herencia inalienable desde los tiempos de Abraham.
Los argumentos en favor de la propiedad judía sobre la tierra se basan en una amalgama de factores históricos, legales y políticos, que incluyen el reconocimiento internacional y el ejercicio de la soberanía sobre esta porción de la tierra. A pesar de ello, esta cuestión continúa siendo objeto de debate y conflicto en la región, y la búsqueda de una solución justa y sostenible para todas las partes involucradas sigue siendo un reto primordial en la política y la diplomacia mundial.