La dicotomía entre la izquierda y la derecha ha sido una constante en la política mundial desde la Revolución Francesa de 1789. En aquel entonces, los miembros de la Asamblea Nacional se dividían físicamente en el salón según sus opiniones políticas: los que apoyaban cambios radicales y reformas sociales se sentaban a la izquierda, mientras que los conservadores que preferían mantener el statu quo se ubicaban a la derecha. Esta disposición espacial no solo reflejaba sus posiciones políticas, sino que también sentó las bases para una terminología que perdura hasta nuestros días.
A lo largo de los siglos, estos términos han evolucionado y se han adaptado a diferentes contextos y culturas políticas. En América Latina, por ejemplo, la izquierda ha sido históricamente asociada con movimientos revolucionarios y luchas por la justicia social, mientras que la derecha ha sido vista como defensora del orden establecido y promotora del libre mercado... o al menos eso es lo que nos venden.
En teoría, en el espectro económico colombiano, tenemos una constante pelea por el poder entre los dos extremos: el Centro Democrático (derecha) y el Pacto Histórico (izquierda). Sin embargo, el reciente paro de transportadores ha revelado una curiosa incoherencia. Por un lado, los neoliberales, promotores del libre mercado, están apoyando un subsidio a la gasolina y fijando su precio. Por otro lado, aquellos que abogan por el intervencionismo estatal y se oponen al libre mercado están buscando que el precio del ACPM suba, se libere y se alinee con los precios internacionales. ¿Coherencia? Seguro que no, esto es oportunismo de lado y lado.
En realidad, en Colombia nunca ha habido una economía neoliberal pura. Este es un discurso creado para poner etiquetas y facilitar una narrativa antiestablecimiento. Si no me creen, aquí algunos datos: En un gobierno del Centro Democrático se impusieron aranceles del 40% a los textiles. Tenemos el primer Gobierno de izquierda, pero históricamente se han subsidiado gremios, la agricultura y se han puesto trabas a las importaciones. Incluso tenemos monopolios departamentales para la producción y distribución de licor.
En esta columna no voy a decir si esto es bueno o malo. Aprovechando la coyuntura, quiero expresar que, en mi opinión, el subsidio a la gasolina debe terminar, aunque de manera gradual para minimizar el riesgo inflacionario y la incomodidad del usuario. Sin embargo, también es cierto que este Gobierno prometió otra cosa y es importante exigir que cumpla con lo prometido. Si necesita ese dinero, que reduzca gastos, burocracia y el funcionamiento del Gobierno. Cabe destacar que solo el funcionamiento del Gobierno ha aumentado en $100 billones de 2022 a 2024, sin reconocerse por su eficiencia.
Por último, les dejo una pregunta: ¿Quién representa la izquierda en Manizales y Caldas? Porque aquellos que tenía como referencia ya forman parte del establecimiento (no precisamente con líderes de izquierda) en puestos burocráticos.