La democracia es un patrimonio colectivo que debemos proteger. La democracia necesita militancia y compromiso, pues existen enemigos de ella agazapados que pretenden anularla, desconocerla, caricaturizarla o desnaturalizarla. No le faltaba razón a Tucidides cuando afirmaba que “el secreto de la felicidad es la libertad. El secreto de la libertad es el coraje”. La democracia exige coraje de los demócratas.
En los últimos años hemos visto un fenómeno según el cual se imitan los rituales democráticos para generar una percepción democrática ficticia, sin otro propósito que el de apuntalar dictaduras o totalitarismos. Hace ya más de 40 años el pensador francés Jean François Revél escribió una obra premonitoria titulada “Cómo terminan las democracias” en la cual desenmascaraba el asedio del totalitarismo para anular la democracia utilizando para hacerlo los propios mecanismos democráticos.
Algo así como lo que hemos visto perplejos con las elecciones en Venezuela, donde la dictadura copia el formalismo democrático para disfrazar su totalitarismo bajo el ritual y el vocabulario democrático.
La democracia, por su pluralismo, y generosidad innata, le permite trabajar desde adentro a los que pretenden destruirla. Chávez, Ortega y Castro llegaron por votos o fingiendo posturas democráticas. Los enemigos de la democracia utilizan los recursos que les entrega la misma democracia para destruirla, es así, como se les permite entrar a los congresos, tener medios de comunicación para difundir sus consignas antidemocráticas y se financian los partidos con los que promocionan esas ideas.
En los totalitarismos, como Venezuela, Cuba y Nicaragua, los adversarios de la dictadura no tienen derecho a estar en el Congreso, ni a difundir sus ideas por los medios ni a tener partidos políticos con los cuales hacer contrapeso a la dictadura.
Esa es la razón por la cual Revel decía que la democracia porta en su interior el germen de su propia destrucción, pues les abre las puertas a sus enemigos y les garantiza la promoción de esas ideas que buscan destruirla. La responsabilidad del quiebre democrático lo tienen, según Revel, las propias democracias, que, por apatía, inconsciencia, frivolidad, cobardía o ceguera colaboraron irresponsablemente con su adversario en labrar su ruina.
Los demócratas debemos aprender la lección y estar alertas en nuestros propios países. Venezuela es una advertencia para las demás democracias. No es algo anecdótico. Debemos entender que la fuerza de la democracia está en las convicciones de los ciudadanos y en su capacidad de entender que la separación de poderes, la independencia de la justicia, el respeto de la Constitución, las garantías de las minorías, el respeto a la oposición, entre otras, no son abstracciones para constitucionalistas sino realidades de cuya existencia depende la vigencia de nuestras propias libertades.
La indiferencia ciudadana incentiva el menosprecio democrático de quienes portan el germen totalitario. Colombia vive desafíos que deben ser enfrentados por cada colombiano como algo que le concierne, como algo que tiene que ver con su vida. Los invito a que sean demócratas militantes, a que no se dejen engatusar por interpretaciones que no buscan sino desmantelar la democracia.