¿Por qué será que hay tantas por estas fechas? Cada vez que veo una nueva publicidad política en la calle –en general es un hombre que me sonríe culposamente con dientes blanquísimos– vuelve a mí el mismo pensamiento zumbador. Entonces reflexiono sobre dos cosas: la crisis de identidad que deben sentir los candidatos al verse tan distintos en los carteles y la primera vez que muchos políticos fueron al Centro Cultural Rogelio Salmona.
El símbolo fue hermoso: los aspirantes a la Gobernación de Caldas y a la Alcaldía de Manizales tuvieron que desempolvar olvidos para concretar algo alusivo a la cultura. Se dice que no había habido tantos políticos tan nerviosos desde las elecciones en que ganó Petro. Frente a ellos no solo estaban sus áulicos respectivos, los jóvenes políticos convenientes de turno y uno que otro espectador que no se aburrió con la idea de oírlos. (Algunos dirán que con uno hubiera sido suficiente para saber cómo iban a hablar los otros). Quizá el verdadero público que les generó ansiedad fueron los libros. Asumo que se habrán dado cuenta de que no solo queda el precedente sino que pronto los candidatos serán una página más del largo libro de los quemados políticos caldenses, en el que abundan toda clase de tragedias, comedias y resurrecciones.
Pasó un mes de ese evento y aún me zumba un tábano socrático. Puede ser porque está cerca la podredumbre o también que mis desvaríos cotidianos me hacen ver siempre el insecto en los fríjoles. Sea como sea, salvo contadas excepciones, me pareció que los candidatos no dijeron nada distinto entre ellos: las mismas ideas repetitivas y repetidas. Cualquiera puede hacer el ejercicio de imaginar, por ejemplo, a Henry Gutiérrez decir lo que dijo Luis Roberto Rivas y nada hubiera cambiado. Dos gotas de un mismo aguardiente Cristal (me perdonan por este presunto guiño hacia Rivas; solo se me acomodaba la metáfora). Nadie se daría cuenta si se reemplaza el rostro de uno en la publicidad del otro: hasta los acompañan los mismos retazos de partidos tradicionales.
Por lo menos estas elecciones nos han dejado nuevos retos gramaticales: ¿cómo se le puede referir a Carlos Alberto Arias, ex precandidato o exprecandidato a la Alcaldía? Incluso, nos están dando motivos para pensar en el sentido de las palabras: ¿el término “Ya viene Rojas” hará alusión a algún tipo de vuelta al pasado en que los rojos del partido Liberal se toman de nuevo el poder? Y hasta, quién lo diría, problemas politológicos: ¿con esta Alcaldía empieza el –esta vez no fallido– oxímoron de la “nueva política tradicional”?, o ¿cuántos avales soterrados de los gamonales de turno serán necesarios para ser un “político independiente”?, o ¿hasta cuándo hay que resistir como candidato de último en las encuestas para lograr por lo menos una Secretaría o alguna Unidad?
Les dejo estos desafíos a los gramáticos y politólogos del periódico. En todo caso, la Feria del Libro nos regaló la bella imagen de los políticos luchando con sus propias palabras, así sea para una desilusión posterior. Espero que este esfuerzo valga la pena y que una política del libro seria se cree en Caldas y en Manizales. No tengo mayores esperanzas. Como dijo Camilo Vallejo en una columna anterior: los políticos no apoyan la literatura porque temen mirarse al espejo. Por fortuna los escritores –los de verdad, como abundan en Caldas y en Manizales; viejos y jóvenes, tristes, solitarios o felices– nunca han necesitado de los políticos, como no sea para escribir sobre ellos truculentas historias.
Dejo la mosca descansar por hoy. Hasta dentro de quince días.