Juro que intento escribir sobre otras cosas, pero la mosca de la columna pasada vuelve a perseguirme. A mi favor juega el que hoy en día eso que llaman política es una especie de dios: está presente en calles, en edificios y hasta en el celular: la publicidad política en los videos se está volviendo más desesperante que el gringo intenso de las visas a Estados Unidos. Estas semanas es cuando se vuelve más cierta aquella hipótesis posmoderna según la cual la política está en todas partes. Qué le vamos a hacer. Como diría Wilde, sucumbamos a la tentación y no castremos el ímpetu de rajar de ese mundillo tan nuestro y que nos refleja tan bien, aunque a veces no lo queramos aceptar (o lo aceptemos según nos convenga).
He pensado en dejar un manualito para quien quiera lanzarse a concejal, diputado, alcalde o gobernador. Es decir, un manualito para la mitad de la población. Cualquier desocupado encontrará en estas palabras una excelente asesoría de otro desocupado. Y es gratis. Póngame pues cuidado que aquí va la clave del éxito politiquero, la versión caldense de la política maquiavélica:
Uno. “La otra es la campaña de la guerra sucia”. Siempre es el contrincante el replicador de noticias tendenciosas sobre su contendor; él es “quien tiene miedo” y quien “va perdiendo”. No importa que sean evidentes las cuentas falsas o bots que mueven su campaña. Al final la gente no sabe reconocer eso, encerrada como está en su propio hedonismo digital. Todo es justificable porque “el otro es peor”.
Dos. “El enemigo de hoy será el amigo de mañana (o viceversa)”. Las personas suelen olvidar las piruetas ideológicas que hacen los candidatos. Usted enfóquese en la coyuntura, en lo más estratégico. En últimas todos se vuelven amigos si se trata de repartir el botín público.
Tres. “La política es un teatro y usted es un actor”. Nada es personal. Las ofensas que dice en público se pueden arreglar con un par de aguardientes (y es mejor que sea así, según el principio anterior).
Cuatro. “Las elecciones se ganan con votos, puestos y plata”. Alinéese con quien cuente con más de estas tres variables y tendrá más probabilidades de ganar. No importa que la plata sea de dudosa procedencia. Mientras no haya escándalos de por medio, nada pasará. Incluso, los escándalos también se olvidan. Actúe y justifique (fac et excusa). Solo bastan una publicidad de otro color y un mensaje certero, junto con la conveniencia de los votantes, y se desaparecerán como por magia las Marionetas o los inmensos elefantes verdes chillón.
Cinco. “Lo más importante es la imagen”. Construya una imagen de político comprometido con la sociedad. Busque un símbolo que sea novedoso, así no tenga nada que ver con usted. Que lo vean haciendo rifas, repartiendo comida, saludando a la gente. No importa que nunca lo haya hecho en su vida. Cambie su pasado a su conveniencia.
Seis. “Que hablen mal o bien de usted, pero que hablen”. Toda publicidad es bienvenida. Indígnese por cualquier cosa, busque enemigos donde no los hay, cace peleas imposibles y ficticias, aproveche la coyuntura para dar la opinión que respalde sus intereses del momento. Frente a los llamados a debatir, puede decir que no hay condiciones o que estaba ocupado.
Siete. “Nada es personal. Así es la política”. Inclusive si pierde, nadie se ha muerto de una quemadura política. Habrá oportunidad de volver a levantarse. Póngase unas buenas rodilleras y gatee para otro lado.
Ocho. “Usted no lee manuales”. Nadie tiene por qué saber que se asesora. Es mejor que crean que todo es espontáneo.
Hasta aquí el Manualito. Precaución: no se ponga al alcance de niños politiqueros, a no ser que estén acompañados de su gamonal responsable.