La cultura política de un pueblo se lee a través de factores que fomenten, o no, la activa participación ciudadana en la sociedad. Estos factores se relacionan con lo que sabemos (información), lo que sentimos (capacidad crítica y autonomía) y lo que hacemos (participación cívica ciudadana), de acuerdo con el involucramiento ciudadano con la política. Desarrollemos un poco esos conceptos.
El conocimiento político se relaciona con la formación y la información que se brinda a las personas, a través de la educación formal (teoría de democracia, participación ciudadana, procesos políticos, cívica, historia y geografía por ejemplo) o desde la educación popular (opiniones, foros, noticias, debates, etc.). Pero hizo carrera la idea de que la política y lo corrupto eran sinónimos, y para no convertirnos en uno de ellos nos alejados de ella. Eso está cambiando, aunque todo el currículo educativo sea deficiente en ese sentido, y los medios de comunicación hagan poco por mejorar la cultura y la participación ciudadana.
La participación cívica ciudadana se asocia a las votaciones y a las movilizaciones. La abstención (cerca al 50%) es reflejo del alto grado de desconfianza en la institucionalidad, y la percepción y el desarrollo de las movilizaciones sociales apenas empieza a normalizarse. En Colombia se asoció la protesta con la violencia y los ciudadanos tuvimos miedo a ser críticos y a oponernos al poder establecido, por no existir condiciones seguras para participar en el debate político y expresar, con libertad y tranquilidad, las posiciones frente a los grupos hegemónicos. Eso también está cambiando.
La actitud hacia la política se deduce del interés ciudadano por los asuntos políticos, de la posibilidad de criticar el poder, de la tolerancia en el debate, y del respeto a la libre expresión de las opiniones diversas. Partamos de que en Colombia el tema político se considera irrelevante y lejano, y que lo de cuestionar líderes y pedir cuentas es tan exótico que la “rendición de cuentas” es sinónimo de autoelogios con público cooptado. Y ¿qué decir de la criminalización del ejercicio de la oposición, normalizando el asesinato de miles de personas (defensores de derechos humanos, sindicalistas, líderes sociales, ambientalistas…) por expresar oposición al régimen o, supuestamente, afectar sus intereses?
Dicho lo dicho, es entendible que el establecimiento haya hecho lo que hizo para lograr mantener nuestro bajo nivel de cultura política ciudadana (2023: calificación 5,9 y puesto 67 entre 120). Resultado: Muchas personas se marginan de lo público, la política, por miedo o por desconocimiento, y más de la mitad del pueblo colombiano tiene poca confianza en la institucionalidad del país. Sin embargo son esperanzadores los esfuerzos del actual Gobierno por generar confianza, aportar para superar el desconocimiento y mantener la resistencia ciudadana frente a la manipulación mediática y al pánico generado por las mafias y los dueños del poder.
Leer a formadores como Paulo Freire (Brasil), Maritza Montero (Venezuela), Álvaro Díaz (Colombia), Juan Carlos Monedero (España), Álvaro García Lineras (Bolivia), puede ayudar a superar la deuda social en formación política, y aportar al cambio.
Coletilla: Hace unos años un senador (Petro) le dijo a otro (Mejía) en un debate: “Nadie sobra, los queremos acá, ojalá un poco más leídos”.