La sabiduría popular enseña que la realidad se ve, dependiendo del lente con el que la mire; sin embargo insistir en mirarla con lentes oscuros, solo para decir que el día está opaco, no parece muy inteligente. Pero se insiste en seguir leyendo la realidad actual con los lentes de los últimos 25 años (los paradigmas neoliberales y nacional populistas), decisión que les ofrecen cierta tranquilidad (mejor malo conocido qué bueno por conocer).
El reto es mirar la realidad con otros lentes, con los paradigmas para la transición, que nos permitan ver realidades diferentes a las que estamos acostumbrados.
Colombia ha cambiado, y mucho. A manera de ejemplos se pueden citar:
a) Políticas Sociales: reducción de pobreza extrema; aumento en cobertura de salud y educación gratuita; mejor uso de bienes incautados a las mafias del narcotráfico.
b) Medio ambiente: políticas ambientales con enfoque en la sostenibilidad; protección de recursos naturales; promoción de energías renovables.
c) Economía: creación de empleos con proyectos de infraestructura y desarrollo urbano; impulso al emprendimiento local; creación de empleos formales.
d) Seguridad: reforma del sistema penitenciario; prevención del delito; disminución de índices delictivos en áreas intervenidas.
e) Infraestructura: modernización urbana; mejora de la calidad de vida urbana y en la conectividad.
f) Diversidad y Derechos Humanos: promoción de la igualdad; inclusión social; avances en derechos LGBT+ y de género.
g) Justicia: se están imputando, acusando y enjuiciando “intocables”, a pesar de muchos magistrados.
Al insistir en leer estas transformaciones con los paradigmas económicos del neoliberalismo y con los paradigmas políticos del nacional populismo, se ven opacas, riesgosas para el poder establecido.
El conservadurismo de nuestra sociedad naturalizó tanto la violencia contra los que piensen diferente (algo habrán hecho) que hoy día hay quienes se extrañan porque haya protestas pacíficas y marchas sin heridos y muertos.
La lucha política debe ser entre propuestas diferentes. Debemos elegir el modelo de sociedad que queremos para nosotros y para nuestra descendencia. Hoy tenemos al menos dos propuestas: la de los dueños del poder, neoliberal en lo económico y nacional populista en lo político, y el modelo alternativo del cambio, progresista y demócrata en lo político y solidario y cooperativo en lo económico. La decisión del modelo que queremos es nuestra.
Es interesante ver cómo el establecimiento se resiste al cambio; se resiste tanto que hacen que el Gobierno se vea como contrapeso del poder establecido.
El verdadero cambio, como promesa política y como pacto social, es la posibilidad de gestionar nuestros sueños y nuestras problemáticas sin hipotecar conciencias y sin prostituir voluntades. Ese cambio no se logra apoyando el clientelismo tradicional y la corrupción politiquera, que se aprovecha de la necesidad de la gente. Eso también hay que cambiarlo.
Hay y habrá personas opuestas al cambio. Eso es bueno para la democracia real porque, si hacen propuestas, permitirán que se escoja entre permanecer en el feudalismo del siglo XIX o avanzar en el progresismo del siglo XXI.
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Coletilla: No somos los alternativos los que hemos hecho de la diferencia un riesgo, incluso para la vida.