¿Por dónde irán -en cada una de nosotras- las creencias, lo que nos enseñaron en esos colegios donde la educación ética y espiritual eran los principios morales católicos? Esas ideas con las que crecimos las mujeres que hoy estamos en los 40.
Hoy en día, que casi todas hemos revisado o reinterpretado esas creencias, ¿qué es lo que finalmente queda en nuestra manera de vivir? Nos formaron en el colegio y en la universidad con esas ideas y luego, cuando miramos para atrás, el mundo avanzaba ya con un libreto feminista en el que la realización personal no consistía solo en casarse y tener hijos. Se abrieron en el camino todas las posibilidades que antes estaban mal vistas. Hoy la creencia de no poner en el centro de nuestras vidas el amor romántico y tener otras formas de explorar lo sexual y afectivo, de involucrar la diversidad y las múltiples posibilidades, marca una diferencia importante en el pensamiento.
En nuestra época, uno se casaba con alguien del sexo opuesto y no se podía quedar soltera. El mundo era binario. De hecho, en mi colegio de mil niñas educadas para ser como moldes, que era de mínimo una rezada al día y solo femenino, las lesbianas se contaban con una mano. Crecimos sabiendo que una vez uno aceptaba casarse, esa relación debía ser para toda la vida. Se juzgaba como ideal y muy romántico eso de que hasta que la muerte nos separe. Incluso, se sugería que uno se tenía que aguantar todo por mantener un modelo de familia y muchas mujeres hasta decían que solo por los hijos no se separarían jamás de sus parejas. Se pensaba en monogamia, que el cuerpo de la mujer y ciertos comportamientos eran para agradarle al hombre y que la conquista arrancaba por iniciativa de él. Todo eso era nuestro encuadre y aunque tampoco era la época de nuestras pobres mamás, crecimos en medio de una cultura injusta con las mujeres.
Durante el colegio, las ideas más escandalosas eran: puta, virgen, perro, perra, gay, marica, solterona, infidelidad. Y era más bien poco lo que se hablaba sobre sexo, masturbación, aborto o violencia doméstica. Uno lo hablaba “de alguna manera” con las amigas, pero de todas formas era tabú. Las de 40 aprendimos grandes el significado de términos como feminismo, acoso, techo de cristal, feminicidios, patriarcado, machismos, nuevas masculinidades, género, identidad, mansplaining, transexualidad, disidencia sexual, queerness, activismo, L.G.B.T.Q. Relaciones abiertas o fluidas, consenso, poliamor, triegas, amor anárquico, anarquía relacional, pansexualidad, diversidad de género, relaciones no monógamas, autonomía sexual …
Esta lucha ganada de las mujeres le ha abierto terreno a nuestra libertad y derechos, y ha sido clave para nosotras decidir el tipo de relación que tenemos con nuestro cuerpo, con lo que pensamos y con lo que nos rodea. Y aunque muchas estamos en ese proceso de sanar eso que nos dijeron que teníamos que ser, que estaba basado mucho en el miedo, estamos eligiendo con toda libertad eso que sentimos que queremos que sea. La revolución de hoy y de la que yo hago parte es la de esas mujeres que hacen con su vida lo que les da la gana, sin estar atadas a ningún deber ser. Es la de pertenecer a ese movimiento que pone de primeras el ser mujer en total libertad. Hoy entiendo que mi rebeldía juvenil ya daba pasos hacia este mundo distinto e inclusivo de hoy.