Hay dos temas que esta semana merecen especial atención por su alto impacto en el bolsillo de los colombianos: de una parte, la cifra de inflación que a diciembre pasado cerró en 13,1% y que en 2023, al mes de junio, apenas baja al 12,1% año corrido ¡casi nada!; y de otra parte, el precio de la gasolina que durante el último semestre subió 21,6% en todo el territorio nacional, ¡increíble pero cierto! Dos temas que, juntos, son la combinación perfecta para poner a tambalear las finanzas de casi todas las familias colombianas.
Comienzo por abordar el precio de la gasolina, destacando un hecho que no tiene precedentes en Colombia, como lo es el desbordado incremento mensual, que arrancó en octubre del año pasado, cuando el precio rondaba los $9.000, con alzas de $200 y que para los últimos meses alcanzó la no despreciable cifra de $600 mensuales, lo que en números redondos significa pasar de un precio en octubre de 2022 de $9.000 por galón, a terminar pagando este año $15.500 por galón, según palabras del Ministro de Hacienda. ¡Y falta el diésel!
Ahora bien, si analizamos la actualización del precio de la gasolina en términos objetivos, desde el punto de vista de la hacienda pública, por supuesto que resulta absolutamente entendible que se pretenda “cortar el chorro” de los subsidios a este líquido, como quiera que ello está soportando buena parte del déficit fiscal colombiano y ocasionando un hueco considerable en las finanzas públicas de la nación, hueco que, querámoslo o no, resultamos pagándolo todos. El subsidio a la gasolina no es solo para los “ricos”; este es un tema que impacta fuertemente a toda, absolutamente toda, la población colombiana.
Pero si bien el fondo del asunto resulta comprensible, no lo es la forma que el actual gobierno ha utilizado para normalizar la situación. ¿Qué tal que cualquier otro gobierno, el que fuere, hubiese fijado un incremento de tan siquiera $50 mensuales? ¿Se imaginan ustedes el “estallido social”, los bloqueos, CAI quemados, oficinas públicas saqueadas e incendiadas, y hasta el lamentable número de muertos? Ahí es donde empiezan las suspicacias y donde el tema empieza a doler. Pero la realidad es que este proceso pudo haberse llevado de una manera menos drástica y con un escalonamiento razonable en los incrementos mensuales y sin echarle, de paso, más “gasolina” a la ardiente inflación.
Precisamente el DANE reportó en su último informe que el precio de la gasolina es uno de los principales jalonadores de la inflación en Colombia en lo que va del año y ha contribuido de manera significativa al incremento de los precios de los alimentos. Y aunque con optimismo las autoridades económicas colombianas expresan que la inflación está “cediendo” lo cierto es que los precios de todo, desde alimentos, restaurantes, hoteles, vestuario, productos farmacéuticos, servicios públicos, entre otros, están por las nubes.
De otro lado, todos los colombianos hemos sido testigos de las técnicas medidas que ha tomado el Banco de la República para contener el incremento de la inflación, lo que se ha traducido en el alza de la tasa de interés. Y como consecuencia de ello, todos hemos padecido, de una u otra forma, el alza en el costo de los créditos bancarios y las Tarjetas de Crédito, éstas últimas a tasas promedio de entre el 35% y 40% anual, lo que habla por sí solo. Es una lástima que todo este esfuerzo de política monetaria, que hemos sufrido con rigor y patriotismo, se vea contrarrestado por una equivocada política de alza de los precios de combustibles, completamente desencajada de la realidad del país.