Un reciente informe de la DIAN da cuenta de una reducción del 9,7% en el recaudo de impuestos durante el período enero-agosto 2024 (comparado con el mismo período del 2023), lo que representa la mayor caída en los ingresos tributarios de la Nación desde la crisis financiera del siglo pasado. Ni siquiera la pandemia del Covid-19 afectó tan marcadamente las finanzas públicas. Por ello conviene revisar, sin ningún tipo de apasionamiento, algunas causas de esta situación.
Primero, hay que tener presente que el recaudo de impuestos es el reflejo de las condiciones económicas del año anterior; y para nadie es un secreto el franco deterioro de sectores económicos como los de industria, comercio y construcción, entre tantos otros que se vieron afectados en 2023 y que pagaron menos impuestos de renta este 2024. En segundo lugar, hay que mencionar las decisiones de las altas cortes que dejaron sin piso legal algunos impuestos para el sector petrolero y minero energético, así como en el régimen simple de tributación, que le significaron al Gobierno un menor recaudo por al menos $7 billones. Y no menos importante destacar, en tercer lugar, el deterioro de las condiciones para la inversión privada, que no sólo ocasionaron una reducción de la inversión extranjera y local, sino que fueron factor clave para la salida de capitales, acompañado ello de la notable disminución de las utilidades empresariales y de los ingresos de los hogares, hechos que, como es apenas obvio, redujeron la base gravable para el cobro de impuestos.
Pero lo más controvertido, en medio de este aciago panorama, es el precipitado trámite de una nueva reforma tributaria (mal llamada ley de financiamiento) que, entre otras perlas, pretende I) elevar la tasa mínima de tributación, que incrementaría la carga impositiva para las empresas; II) eliminar el régimen simple de tributación, que aumentaría la carga fiscal y operativa de las Pymes; III) extender el impuesto al patrimonio a más personas naturales y a los activos “improductivos” de las empresas… sin palabras; IV) subir el impuesto a la ganancia ocasional, que desincentivaría aún más el clima de los negocios; y V) incrementar la tributación de las personas naturales con “mayores ingresos”, recurriendo a la ya clásica táctica de “cazar en el zoológico”.
Es evidente entonces que la caída de la actividad económica ha sido la causa principal del menor recaudo de impuestos. Pero no es razonable subirle impuestos a las empresas y a las personas para contrarrestar la caída del recaudo. Por ello conviene traer a colación la famosa fábula, atribuida a Esopo, “la gallina de los huevos de oro” según la cual sus dueños, “aconsejados” por la codicia y avaricia y por el afán de reunir dinero rápido para sus propósitos, decidieron sacrificar al animalito para sacarle todo el oro de sus entrañas; pero ¡oh sorpresa! cuando encontraron su interior vacío, por lo que tristemente concluyeron que habría sido mejor conservar y cuidar la gallinita, para mantener una producción de huevos constante y segura. ¡No vaya a ser que los contribuyentes colombianos sufran lo mismo!