En 2020, Colombia se ubicaba como el tercer país de la OCDE con más horas laboradas por trabajador, sólo detrás de México y Costa Rica. Por ello, en el 2021, el gobierno Duque tramitó una ley que dispuso la reducción gradual de la jornada laboral desde 48 hasta 42 horas semanales, así: reducirla a 47 horas en 2023; luego a 46 en 2024 (como sucedió el pasado 15 de julio); posteriormente a 44 horas en 2025; y finalmente un último recorte en 2026 hasta alcanzar la meta de 42 horas semanales.
Y si bien a primera vista, sin disminuir salario ni prestaciones, resulta loable pretender mejorar las condiciones de vida de los trabajadores y promover un sano equilibrio entre la vida laboral y familiar, lo cierto es que al analizar con cabeza fría esta medida y lo que implica llevarla a la práctica, me temo que la realidad supera las buenas intenciones, ya que el principal desafío económico al que se enfrentarán las empresas es al incremento de su productividad. ¿Será que al reducir la jornada laboral semanal se logra producir lo mismo, o más?
Y he aquí el “meollo” del asunto. Diversos investigadores de la Universidad de los Andes, Fedesarrollo y Anif han argumentado desde hace varias décadas, que uno de los principales problemas del mercado laboral en Colombia es la baja productividad de sus trabajadores. Por ello, si la reducción de la jornada laboral no se acompaña de una política de Estado que propenda por una mejora de la productividad, lo único que va a resultar es un incremento en el costo del trabajador formal. Es decir, vamos a ver una mayor informalidad, en el mejor de los casos, y un mayor desempleo, en el peor.
Resulta claro que para poder absorber los efectos de la reducción de la jornada laboral, seguramente muchas empresas manufactureras se verán abocadas a una de dos situaciones: o contratan nuevos trabajadores, lo cual incrementará sus costos de producción, o automatizan mayormente sus procesos productivos, lo que demandará grandes inversiones en maquinaria y tecnología.
Y es que el propio presidente Petro reconoció la situación en su cuenta de X: “A pesar de tener la segunda jornada laboral más grande de la OCDE, Colombia es el país con la menor productividad de toda la OCDE…” Y seguidamente manifestó que por eso le propuso al Congreso “aprobar una jornada laboral de 40 horas semanales desde ya en Colombia”.
¡Buena propuesta! Lástima que no la acompañe con un plan de choque enfocado a incrementar la productividad laboral, con medidas tales como el fomento a la innovación y la investigación, mejora de la infraestructura, promoción del emprendimiento, fomento al teletrabajo, incentivos fiscales para empresas que inviertan en nuevas maquinarias y tecnologías, reducción de trámites y regulaciones innecesarias, entre tantos otros programas como los también sugeridos por la Misión de Empleo para favorecer al sector productivo, al trabajador y, de paso, fomentar el crecimiento económico. Por todo ello hay que decir: ¡trabajar menos sí, pero siendo más productivos!