La discrepancia y molestia del presidente Petro con la Federación Nacional de Cafeteros por no haber nombrado como gerente general a su candidato, puede salir costoso al país y al gremio. La convocatoria que hizo el Gobierno a la “base” cafetera fue de gran contenido simbólico y político, utilizando el poder del Gobierno y su presupuesto, reunieron asociaciones, cooperativas y pequeños caficultores. Allí la ministra de Agricultura hizo bien la tarea y logró la acogida del “Gran Acuerdo Cafetero para 100 años más de caficultura”.
Los puntos del acuerdo son: asociatividad solidaria cafetera; fortalecimiento social de la caficultura; activación del Fondo de Estabilización de Precios; reforma agraria cafetera; producción cafetera sostenible y servicios ambientales; transformación productiva hacia una agroindustria innovadora y sostenible; democratización del crédito para la transformación de la caficultura; fortalecimiento del proceso de comercialización; extensión agropecuaria diferenciada; viveros y producción de semillas; promover la gestión del riesgo a través de la asociatividad; turismo cafetero y aprovechamiento de incentivos propuestos en el marco del Pacto Verde. Este es el Pacto que acordaron para el futuro, por lo menos para el mandato de Petro.
El documento tiene gran sentido de realidad y salvo algunas expresiones debatibles podríamos decir que es un interesante Pacto con el énfasis explícito en los pequeños cultivadores. Y esto es el gran valor, el enfoque en los más débiles, los pequeños productores, es muy importante y hace eco a una de las críticas recurrentes que se la ha hecho a la Federación: que le faltaba un esfuerzo mayor para con los pequeños caficultores. Así responde GPT sobre el particular: “Falta de apoyo a pequeños productores: Se ha argumentado que la Federación no brinda suficiente apoyo a los pequeños productores de café, quienes a menudo enfrentan mayores desafíos en términos de acceso a recursos, tecnología y mercados. Algunos críticos sostienen que se necesitan políticas y programas específicos”.
Pero la estrategia del Gobierno de dividir al gremio puede llegar a ser tóxica para el bien común. ¿Por qué? Pues rompe la unidad y adolece de un desconocimiento de la institucionalidad cafetera, que por más de 100 años se ha construido. Se ha ido tecnificando, internacionalizando, profesionalizando y focalizando; ganando también en transparencia y democracia interna. Estamos hablando de instituciones como Cenicafé, que parece va a ser reemplazado por viveros; la planta de Café Liofilizado por quién sabe qué idea de agroindustria innovadora; Juan Valdez por otra idea de cafés especiales, y la propia Federación, que ha tenido una historia legal y gremial con muchos acumulados, se quiere cambiar por una nueva asociación de asociaciones.
Algunos consideran que llegó el momento de remover al sector con un nuevo gremio, pero esta estrategia de choque no es la manera más viable ni eficiente de hacerlo. Podemos estar perdiendo una gran oportunidad para hacer esa focalización en los pequeños productores, que, si se realiza con todo el andamiaje de la Federación, con un nuevo acento en su misión, podría tener un gran impacto en la caficultura en general y en las familias cafeteras más pobres.
La Federación, a tomar tinto con el presidente.