La política puede ser comprendida como el arte de lo posible, como lo dicen Aristóteles y otros filósofos. Distintos intelectuales, por el contrario, piensan que es el arte de lo imposible. ¿A cuál apostarle?
En lo que hemos vivido en los últimos ocho meses, el presidente Petro parece un poco más inclinado a la segunda comprensión que a la de Aristóteles. Se podría explicar por su deseo que los cambios se hagan rápido y de forma profunda. Por otro parte, algunos analizan que su falta de paciencia y de exceso de octanaje ideológico lo presiona a tomar esta vía que lleva en muchos casos a la confrontación. El desbarate de la coalición de gobierno, es un capítulo que muestra cómo cuando un gobierno que debe consensuar y es inflexible en sus posiciones extremas, lleva a que las negociaciones se caigan por la radicalización. Colombia no está en un momento histórico para este tipo de dialécticas, pues son tantos los problemas y las urgencias de las gentes, que requerimos unos cuerdos grandes, generosos y viables para que las soluciones, los cambios, lleguen pronto a nuestra gente.
En efecto, la política como el arte de los posible, implica asumir que las decisiones en sociedad hay que hacerlas en función de lo que permite la realidad y no necesariamente lo que meramente se desea de manera maximalista. No se trata del minimalismo, sino del realismo. Sin embargo, por otro lado, es muy peligroso dejarse anestesiar por lo que sea solamente posible, que puede fácilmente conducir a la imposibilidad de que se logren saltos cualitativos y cuantitativos significativos, pues el exceso de realismo lleva muchas veces la tara de la aversión al cambio que tiende a inmovilizar las transformaciones sociales. Así, la perspectiva de la política como combinación sana de los posible e imposible termina siendo una fórmula interesante para períodos en la historia donde se requiere acelerar el ritmo de los cambios. Y esto es precisamente lo que vive hoy el presidente Petro, cuando en Zarzal habla de su gobierno de emergencia.
En esa búsqueda de un “justo medio” es vital comprender que no solamente la resistencia al cambio es el obstáculo, sino que hay también razones de correlación de fuerzas, o rasgos y condiciones culturales que exigen unos caminos diferentes a la línea recta entre dos puntos, sino que a veces se requieren ciertas vueltas y procesos previos para poder concretar los cambios deseados.
Sin caer en los reduccionismos de que Petro se percibe a sí mismo como un Mesías. Sí creo que una política que tenga una dosis de búsqueda de lo imposible es un camino muy importante y necesario para nuestra sociedad. En efecto, si fuéramos mucho más empáticos y solidarios, tendríamos a flor de piel un sentido de urgencia más contundente que nos moviera y comprometiera más fuertemente con la búsqueda y aplicación de soluciones a tantos males del país. Nos llevaría a actuar más contundentemente. Una de las respuestas que me quedó resonando del exministro Alejandro Gaviria, luego de su salida del gabinete, fue cuando contestó una pregunta sobre lo que valoraba de Petro, y dijo que en verdad a Petro le duele la suerte de la gente que está “jodida” en nuestro país. Decía, es un sentimiento genuino que tiene el presidente.
Sin embargo, la política como el arte de lo imposible, es posible si el ejercicio de la política puede ser un campo en el que los líderes y los ciudadanos de todos los matices pueden trabajar juntos para lograr objetivos que parecen inalcanzables. La política puede ser una herramienta poderosa para el cambio social y la transformación, y a menudo requiere un esfuerzo concertado y una voluntad de colaboración para lograr un impacto significativo. Hay que tener paciencia y resiliencia para lograrlo. Esperar que el Gobierno lo entienda y ponga en práctica.