Esta columna se inicia con una historia personal, pero no será sobre mí:
Recuerdo una clase en cuarto de primaria cuando la profesora nos animó a escribir nuestro proyecto de vida. Yo tenía 10 años y lo único que sabía era que aspiraba a ser periodista, probablemente, en televisión. Era lo más atractivo.Supuestamente, ese era mi llamado vocacional, y lo he seguido hasta hoy.
Otra idea subyacente en los ejercicios del proyecto de vida es que había dos cosas que no estaban del todo bien vistas: cambiar de idea a mitad de camino o no tenerlo claro. Lo segundo era motivo de agobio para padres y docentes, sobre todo, hasta el último año de bachillerato.
Hoy no soy reconocido ni por las columnas que aquí publico, ni por el periodismo que he hecho o las comunicaciones que ahora coordino. Mi 'fama' —si me puedo jactar de usar esa palabra— viene de mi hobby favorito, un pasatiempo que se ha convertido en mucho más que una forma de ver pasar los días: la meteorología.
Desde inicios del 2020 hasta hoy, he decidido hablar públicamente de meteorología en redes sociales y en mis círculos más cercanos. Ese mismo año me certifiqué en la materia y a través de Twitter (ahora X) busco compartir mi conocimiento. Un buen amigo me animó a crear un diseño que estuvo dos años cada día con la previsión del tiempo de Manizales.
Hace un mes decidí abrir mi primer canal de WhatsApp para hablar del clima y del estado del tiempo en mi ciudad. Aunque esperaba unas 80 personas, el canal ya superó los 650 seguidores y sigue creciendo constantemente, a pesar de su enfoque de nicho. Ha sido una hermosa forma de combinar mi maestría en periodismo digital con mi pasión por la meteorología.
Hoy no me imagino si mi vida laboral se compusiera únicamente del periodismo, pues, creo, no me divertía tanto como observar las nubes, hablar de ellas, hacer encuestas dinámicas con los suscriptores y hablarles por nota de voz con merengues de fondo.
Recuerdo lo que decía Aristóteles sobre la Eudaimonía: la verdadera felicidad se alcanza cuando vivimos de acuerdo con nuestra esencia. Parece que, al seguir nuestros convencimientos y virtudes más profundos, nos acercamos más a ese propósito fundamental de la vida.
Para Aristóteles, esta verdadera felicidad no es meramente placer o éxito material, sino la realización de nuestras potencialidades. Al seguir estas consideraciones, nos alineamos con esa búsqueda de vivir conforme a nuestra esencia más profunda en la razón o la virtud.
En las redes también conocí dos grandes talentos que encontraron su pasión virtuosa y la siguieron por encima de un llamado vocacional más tradicional.
En 2015, Luis Miguel Montoya Naranjo se graduó como ingeniero civil de la Universidad Nacional, sede Manizales. Dos años después, obtuvo su especialización en Estructuras y en 2021 se finalizó su maestría en esa misma materia. Sin embargo, a Luis Miguel muchos lo conocemos, no por sus construcciones y grandes estructuras, sino por sus proezas en la cocina.
@lacocinadeluismiguel es el perfil en Instagram y TikTok de este manizaleño. De forma ágil y divertida, enseña cocina práctica o, como él dice, cocina creativa y sin complicaciones. Para quienes no sabemos cocinar o somos un desastre, el canal es fascinante, mientras que, para mi madre, que es un as en la culinaria, es una propuesta refrescante.
“Es un espacio en el que he podido encontrar disfrute y hacer cosas diferentes. Siento que la constancia y las ganas de cocinar han permitido que el canal crezca y se convierta en una marca personal que promete ser un proyecto más grande”, me contó el ingeniero-cocinero.
Me explicó que la ingeniería y la cocina tienen más en común de lo que uno podría imaginar; los planes de construcción y las recetas guardan más paralelismos de los que se piensa.
Evoquemos a Nietzsche, cuando hablaba del amor fati o el amor al destino. Luis Miguel ha abrazado con amor su pasión y, en lugar de verlo como un desvío, la ha integrado en su vida, permitiéndole florecer auténticamente.
Una historia semejante es la de Daniel Moreno Gaviria, más reconocido por ser uno de los mayores conocedores de automóviles en Colombia —y podría decir que en América Latina—. Daniel egresó de Eafit, en Medellín, como profesional en Mercadeo en 2022, pero en ese momento ya estaba "sobre ruedas" en un proyecto que comenzó años atrás.
Con un toque sabio de humor, versatilidad —unas muecas y pucheros increíbles— y en el entendido de que en las redes sociales la atención es limitada y valiosa, Daniel, conocido como @soyeldeloscarros, ha alcanzado el millón de seguidores en TikTok y casi 500 mil en Instagram al enseñar sobre autos y revelar secretos de la industria automotriz.
“No fue algo de suerte, sino que me preparé toda la vida para esto sin darme cuenta. Siempre tuve una cámara y me gustó indagar en el mundo de los autos. Hablo a personas que no saben de carros sobre carros. A veces junto todo lo que fue mi vida antes del 2020, pero el objetivo nunca fue ser referente o famoso y no trabajo por eso, sino por la gente, para informar y evitar la toxicidad”, me contó por nuestro chat -que es una sola risotada-.
En septiembre del 2020 publicó su primer video. El primer día de 2022 se comprometió con su canal, ampliándolo a otras plataformas. Daniel dice que el proceso sigue. Insiste en que no es un influenciador, sino un creador de contenido que ofrece herramientas y conocimientos útiles para la comunidad que ha establecido.
Tanto Luis Miguel, como Daniel y, quizás, yo, estamos en la misma página: nos falta mucho por aprender, pero estamos disfrutando un camino que no sabíamos que estaba frente a nosotros cuando comenzamos nuestros estudios vocacionales en la universidad.
Quizás, como decía Csíkszentmihályi, hemos encontrado nuestro Flow —o flujo—, ese estado en el que perdemos la noción del tiempo porque estamos tan inmersos en lo que hacemos que se convierte en parte esencial de quienes somos.
Los caminos no son invariables ni inflexibles. La apertura a los recursos que tenemos puede darnos nuevas perspectivas sobre qué hacer con nuestra labor, sin limitarnos solo a la casilla del estudio universitario.
Existen muchas maneras de mezclar las pasiones con la vocación y la profesión. No se trata de renuncias ni resignaciones, sino de encontrar un camino común entre ellas.
Si bien las pasiones razonadas pueden ser gratificantes, no siempre son fáciles de monetizar. Es importante encontrar un equilibrio entre seguir el camino virtuoso y asegurar la estabilidad financiera.
Al final, eso es lo que realmente nos define, más allá de los títulos o los encuadres de los proyectos de vida de la infancia, que deben ser todo, menos una camisa de fuerza.