La coherencia la podemos definir como la actitud lógica y consecuente con los principios que se profesan; es decir, actuar y pedir de acuerdo con lo que pensamos y predicamos, así de sencillo. Es una cualidad fundamental para la vida personal, profesional y social. Indiscutiblemente, debe ser una de las características más importantes en todo tipo de líderes, y sin lugar a duda, la manera más importante de difundirla es con el ejemplo; porque lo que es impensable es que mientras estamos exigiendo cierto tipo de comportamiento en los demás, nosotros actuamos contrariamente a lo exigido.
Lo ideal sería el hecho de que la mayoría de los seres humanos fueran coherentes, pero lastimosamente no es así. Navegamos en un universo plagado de incoherentes, y lo peor que está sucediendo es que nos estamos acostumbrando a ello. La incoherencia debe ser algo censurable desde todo punto de vista, sobre todo porque refleja una alta dosis de falta de rigor y acomodo llegando al punto de caminar por los límites de la falsedad. Esto no quiere decir que en el transcurso de la vida no podamos cambiar la manera de pensar sobre un hecho concreto. Por supuesto que lo podemos hacer, y esto no es ser incoherente. Simplemente es que pueden venir nuevas experiencias, circunstancias y hechos distintos acompañados de nueva información y aprendizajes, que nos den los suficientes elementos de juicio para cambiar nuestra forma de ver determinada situación; incluso, personalmente creo que esto debería suceder con más frecuencia. Confío más en las personas que con criterio cambian su forma de pensar sobre determinado tema, que los que sin ningún tipo de sensatez se la juegan con la suya hasta la muerte.
Precisamente, hablando de criterio, lo que tampoco puede ocurrir, es que nos convirtamos en unos congruentes ocasionales, dependiendo de intereses personales y de los escenarios en los cuales participemos; llegando al punto de actuar como veletas que se mueven de acuerdo con nuestras conveniencias. Y es que cuando hay criterio nos alejamos del comportamiento de la manada, que es el más parecido al de un grupo de borregos que inconscientemente siguen y aplauden todo lo que les presenta su líder, sin el más mínimo asomo de conciencia, muchas veces por miedo, otras por simple conveniencia, o lo que es peor, por un absurdo y enceguecido fervor.
Estoy convencido de que una de las principales bases de la confianza es la coherencia, porque además la coherencia es la clave de la integridad. Si no somos capaces de mantenerla entre lo que decimos, hacemos y pedimos, es muy difícil que lleguemos a ser personas íntegras y confiables, lo que lleva a que no logremos generar la suficiente confianza en los demás. Ratificando todo lo anterior, en muchos escenarios lo he manifestado a través de mis conferencias, al momento de hablar de la congruencia: No puede pasar que mientras criticamos o señalamos por ejemplo la corrupción, paralelamente nos saltamos la fila u ofrecemos a una autoridad de tránsito dinero, para evitar que nos pongan un comparendo por una infracción de tránsito. Con este tipo de actuaciones estamos reflejando unos patrones de conducta poco ortodoxos.
De hecho, bien lo decía el famoso escritor y filósofo estadounidense Ralph Waldo Emerson: “La coherencia es la esencia de la personalidad”. Podemos decir entonces, que cuando somos coherentes, somos personas más confiables, generamos credibilidad y nos convertimos en unos auténticos líderes. Así como también, somos personas más auténticas y felices, ya que vivimos sin apartarnos de nuestros valores y creencias. Mi invitación de hoy es sencilla pero contundente: coherencia por favor. No más acomodos, no más falta de criterio, vivamos y comportémonos genuinamente, con mucha congruencia. Así nos vamos a ganar el respeto y la confianza de los demás; y por sobre todas las cosas, vamos a estar en paz con nosotros mismos.