En la política colombiana existe el intercambio recíproco y benéfico de favores entre un sujeto denominado patrón y otro que recibe el nombre de cliente. El primero es el que tiene poder y le puede proporcionar protección y recursos al segundo. Mientras que este, a cambio, le es leal y le suministra votos. La descripción anterior hace parte de lo que comúnmente calificamos como clientelismo, una práctica que engalanó la contratación pública en la Gobernación de Caldas en el periodo anterior, restando recursos para la inversión social.
Desde que acepté la curul de oposición, otorgada por mi segundo puesto en las elecciones regionales del 2023, inicié un proceso riguroso de estudio y análisis de la situación del departamento, apoyado en un grupo de profesionales conocedores del tema y expertos en contratación pública. En ese ejercicio de escudriñar en la contratación encontramos que en el 2023 la Administración Departamental celebró 1.140 contratos de prestación de servicios por un valor de 48 mil millones de pesos. Servicios que, en su mayoría, la Gobernación no necesitaba para su funcionamiento.
Pese a que la condición fiscal del departamento es vulnerable con un desempeño del 60,5, quedando a 0,5 puntos de estar en riesgo fiscal y con una disminución en la calificación de riesgo crediticio, no es cierto que Caldas no tenga dinero. Lo cierto es que en el cuatrienio anterior no lo supieron administrar, ya que prevaleció el clientelismo sobre el bien común. Si esos contratos no se hubieran celebrado, esos 48 mil millones de pesos podrían haber sido suministrados para la contratación del Programa de Alimentación Escolar (PAE), que para el primer semestre del 2024 tuvo un costo de cerca de 31 mil millones de pesos o para solucionar las deudas del Hospital San Marcos de Chinchiná, que equivalen a 14 mil millones de pesos. Incluso, para pavimentar entre 16 y 20 kilómetros de vía en el Norte del departamento, donde los ciudadanos claman por carreteras que los conecten y los acerquen a sus derechos: la salud, educación, alimentación, entre otros.
Lo hecho, hecho está y ya no se puede llorar sobre la leche derramada, o mejor dicho, sobre el dinero mal invertido. Necesitamos actuar, y ya lo estamos haciendo con un control político con altura y conocimiento, informando a los caldenses del estado del departamento y del riesgo que corremos si la Administración actual pretende seguir con las prácticas clientelistas de la anterior. Al parecer, la tendencia predomina. Solo basta observar el gabinete departamental conformado, en gran parte, por personas que no poseen conocimiento en las dependencias que lideran, pero que forman parte de esa cuota clientelista que se debía cumplir.
Lo alentador es que en la actual duma departamental hay hombres y mujeres con criterio y conocimiento en lo público que cumplirán con su palabra de hacer control político, aceptando lo que es bueno para los caldenses y votando negativo a lo que no es. Además, a partir de hoy estaré escribiendo esta columna en donde consignaré de forma rigurosa y cuidadosa un análisis del acontecer público de Caldas.