“Si fuéramos a la tienda de la coherencia no encontraríamos nada en su sitio. Sería algo así como una tienda enorme ubicada en una gran vía de la Ciudad, COHERENCIA S.A., donde se puede acceder desde la terraza más cercana entrando por la zona de garajes. Todo el mundo se confunde de puerta, cada vez que llega alguien va buscando una respuesta y acaba enfrentándose a una duda permanente. En el descanso de la escalera hay muchas puertas, y en cada una un letrero que ofrece una solución a un problema. Sin embargo, no es claro si el problema que resuelve es el suyo o el de otra persona.
Al lado de cada puerta hay una escalera. Una persona entra, se para frente a una puerta y hace el intento de entrar, pero antes de llamar desiste y acaba subiendo por la escalera. Todas las escaleras se conectan en un punto, pero la gente no lo sabe; sin darse cuenta de lo que pasa, las personas se cruzan y pasan por el mismo sitio. Después de subir y bajar varias veces nadie se atreve a tocar una puerta. Al salir a la calle una persona pregunta: ¿ha encontrado la puerta que buscaba? El interrogado responde: ¿Cómo dices? Lo siento, no soy de aquí, estoy buscando una calle … (Adaptación de https://www.losmejorescuentos.com)
¿Será que algo parecido está pasando en las reuniones del Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) en Davos? Ante el panorama complejo del mundo actual todos buscan una solución, pero, al final, después de muchas reuniones y conversaciones, cada uno vuelve a su sitio para buscar otra ‘calle’. Para asistir a Davos es necesario ser miembro del WEF, lo que tiene un costo anual entre 52 mil y 66 mil dólares, comprar un boleto que puede llegar a los 20 mil dólares, además de pagar por el desplazamiento y la estadía en esta comuna de los Grisones ¿Se justifican estos costos? ¿Cuál es el beneficio real de este encuentro de líderes y poderosos del mundo para los grandes problemas que enfrenta hoy la humanidad? El Foro defiende que se trata de un espacio perfecto para que los diferentes actores puedan hablar y generar confianza y de un escenario ideal para que las compañías y líderes del mundo puedan atraer clientes potenciales. Los detractores argumentan que se trata de una reunión de la élite política y económica del mundo, para abordar temas como la pobreza y la desigualdad, cuando ellos mismos son parte de y beneficiarios de la situación.
El lema de este año fue ‘Reconstruir la confianza’, en medio de un panorama mundial pesimista que se refleja en el Informe sobre Riesgos Globales 2024 (https://www.weforum.org/publications/global-risks-report-2024), donde se muestra un mundo “asolado por un dúo de crisis peligrosas: el clima y los conflictos”. La amenaza más grave en el corto plazo, según el Informe, es la desinformación y difusión de información errónea, que podría incidir en un aumento de las divisiones sociales y políticas. Un tema crítico para la ya muy deteriorada democracia, si se tiene en cuenta que más de 2.000 millones de votantes en 50 países irán a las urnas en 2024, entre ellos: Estados unidos, Rusia, India, Ucrania, México, Venezuela.
Algunas conclusiones de la conferencia fueron: sumar esfuerzos de cooperación y colaboración entre los líderes para lograr paz y seguridad; contar con un nuevo modelo de crecimiento que equilibre productividad, equidad y sostenibilidad; aprovechar la IA dentro de un marco regulatorio que considere la distribución equitativa de beneficios; sentido de urgencia frente al cambio climático. Para Klaus Schwab, fundador y presidente ejecutivo del WEF, “se debe reconstruir la confianza (…) que no es sólo un sentimiento, sino un compromiso con la acción, la creencia y la esperanza”.
Me pregunto si estos personajes están conscientes que el cambio que necesita el mundo empieza por cada uno de ellos. Decir a otro que cambie es fácil, pero improductivo y, sobre todo, irrespetuoso; parece que, como dijo alguna vez Tolstói: “Todos quieren cambiar, pero nadie quiere cambiarse a sí mismo”. El cambio que necesitamos debe estar basado en la confianza, que se construye desde la coherencia y la autenticidad, teniendo en cuenta no solo los intereses particulares, sino los de toda la comunidad; no es un ejercicio en solitario de quienes ostentan cargos de autoridad, en lo público o lo privado, es una tarea que requiere liderazgo interior y colectivo, basado en una escucha profunda que contribuya a tomar consciencia y generar acciones colectivas con sentido. ¿Cómo estamos aportando al cambio que necesita el mundo?