¿Qué persona aparece en su mente cuando piensa en inteligencia? ¿Einstein, Leonardo Da Vinci o Stephen Hawking? ¿Y qué hay de Marilyn Monroe? Algunos dicen que el día que se conoció con Einstein, le preguntó: “Profesor, ¿deberíamos casarnos y tener un hijo juntos? ¿Se imagina un bebé con mi belleza y su inteligencia?”. El científico respondió: “Desafortunadamente me temo que el experimento salga a la inversa y terminemos con un hijo con mi belleza y su inteligencia”. Sin embargo, muchas fuentes indican que el cociente intelectual de Marilyn Monroe era superior al de Einstein.
¿De qué tipo de inteligencia estamos hablando? Según su origen etimológico, la inteligencia es la cualidad de saber elegir entre varias opciones, saber escoger la mejor alternativa para resolver un problema. Se ha dado más importancia a la inteligencia racional o intelectual. Sin embargo, a lo largo de la historia y tal vez en nuestra vida, observamos que no siempre las personas con mayor éxito académico o profesional son las que mejor se relacionan con los demás o son las más felices.
Howard Gardner, psicólogo estadounidense, propuso en 1983 hablar de inteligencias múltiples que nos ayudan a enfrentar los desafíos de un mundo cambiante e impredecible: LINGÜÍSTICA, da poder para usar las palabras, aprender idiomas, leer, escribir, hablar; MUSICAL, facilita reconocer tonos, ritmos y sonido; LÓGICO MATEMÁTICA, da poder para resolver problemas utilizando el razonamiento, los números y patrones abstractos; CORPORAL, permite estar conectados con el cuerpo, cuidarlo, expresar ideas y sentimientos; ESPACIAL, ayuda a pensar en diferentes dimensiones; percibir, recrear, transformar imágenes; INTRAPERSONAL, contribuye al autoconocimiento, entender quiénes somos, reconocer vulnerabilidades y capacidades; INTERPERSONAL o SOCIAL, aporta a la relación con los demás, entenderlos, ser empáticos y trabajar en equipo; NATURISTA, contribuye a reconocer, clasificar, valorar y relacionarnos con el medio ambiente.
No hay personas más o menos inteligentes, tal vez lo correcto sería decir que tenemos inteligencias distintas dependiendo de la genética, el entorno en el que crecimos, la educación que nos dieron y el contexto en el cual nos movemos; infortunadamente, es algo que ha sido descuidado en los procesos de formación y a veces tenemos que estrellarnos contra el mundo para entender la importancia de relacionarnos con nosotros, con los otros y con el entorno de una manera más saludable.
Daniel Goleman, psicólogo y periodista norteamericano, en 1995, con su propuesta de inteligencia emocional confirmó la necesidad de ver al ser humano como un ser pensante y como alguien que tiene corazón y siente. Incluye la importancia de conocer las emociones propias y manejarlas, automotivarse a partir del autoconocimiento y gestión de las emociones, ser empáticos y reconocer las emociones de los demás, establecer buenas relaciones con los otros. En 1997, dos científicos, Zohar y Marshall, descubrieron que cuando las personas tienen alguna práctica espiritual se genera un impacto en las ondas electromagnéticas del cerebro que contribuye a trascender el sufrimiento y el dolor, crear valores, encontrar significado y sentido a nuestra vida; la llamaron inteligencia espiritual.
La inteligencia, como dijo Aristóteles, del ser, se dice de muchos modos. La ignorancia emocional y espiritual nos está llevando como humanidad a un sitio que tal vez no sea el mejor para seguir avanzando. Le invito a revisar cuál es esa inteligencia que podría ayudarle a mejorar su capacidad para enfrentar este momento de su vida y de la sociedad.