Generalmente, cuando se conmemora el Día Internacional de la Mujer, cada 8 de marzo, se pone el foco en los grandes retos para avanzar en términos de igualdad. Tal vez sea un buen momento para tener una mirada diferente, más apreciativa; tomando conciencia de lo que ya somos y valorando el camino que, con mucha valentía, hemos recorrido.
Cualquier cosa que suene a fanatismo y radicalización me genera dolor de estómago, esto quiere decir que me incomoda; no me interesa entrar en el ámbito del feminismo, el fanatismo religioso, ni la defensa a ultranza de nada. He visto cómo detrás de este tipo de posturas y discursos se esconde una gran fragilidad y una lucha interna que habla de falta de aceptación y heridas no sanadas. Somos distintos, no solo hombres y mujeres, masculino y femenino, cada ser humano es único y valioso como es. Como dice la psicóloga chilena Pilar Sordo, ¡Viva la diferencia! (2011). Quiero invitarle para que, en un momento de pausa, mire hacia atrás y reconozca quiénes han sido esas mujeres que, en su historia personal, pusieron valientemente sus hombros para que llegara hasta aquí; su mamá, una tía, una abuela o bisabuela, alguna mujer valiente de la familia que no conoció directamente. Tal vez haya alguna que esté guardada en el corazón con más fuerza ¿Cuál fue el regalo que le hizo? Mírela a los ojos y dele las gracias por hacer parte de su vida.
No llegamos aquí por generación espontánea, pues somos producto del amor, la valentía y el esfuerzo; en primer lugar, de una mujer que nos dio la vida y eso no es un tema menor. Las mujeres, las hembras en todas las especies, con el aporte masculino, de un macho, tenemos la capacidad de engendrar vida, alimentarla y cuidarla. Eso es parte de nuestra biología, es un regalo y un privilegio de la naturaleza.
En un segundo momento, le invito para que mire a su alrededor, cuáles son las mujeres que hacen parte de sus círculos: familia, amigos, trabajo, estudio, comunidad. ¿Cuál es esa mujer que, sin importar las circunstancias, está siempre ahí para usted, como dicen ‘en las buenas y en las malas’? Si quien está leyendo es una mujer, revise qué es eso que usted entrega en sus círculos de relaciones, qué es eso por lo que su familia, amigos, y quienes la conocen, la valoran y la quieren. Y, si mira hacia adelante, las mujeres que vendrán después, hijas, nietas, sobrinas, amigas y compañeras que tal vez no conoce todavía, cuál es la huella que quiere dejarles, para que, cuando miren hacia atrás, puedan reconocer y agradecer esos hombros que le antecedieron.
Cierre los ojos y reconozca ¿Qué es lo que más valora de la esencia femenina? Suya o de quienes le acompañan. Tal vez podamos reconocer esa condición que tenemos las mujeres y que, en algunos casos, compartimos con los hombres:
Engendrar vida con un hombre que pone la semilla; contener, alimentar, cuidar y, en ocasiones, dar la vida para que nazca una nueva; escuchar más allá de las palabras; acompañar y entregarse con generosidad; amar
incondicionalmente; reconocer y valorar la diversidad; convocar, reunir y crear unidad, familia - comunidad-; recursividad y resiliencia; educar y formar; transmitir valores, no querer que nadie se quede atrás. Y, lo más importante, estar inspirada en el amor. No me refiero a las mamás biológicas, también a mujeres que no han sido madres; muchas de estas características vienen como parte del sello femenino: ¿Quién de nosotros no tiene una amiga o amigo que nos contiene, nos cuida y acompaña como si fuéramos sus hijos?
La incertidumbre que estamos viviendo hoy como humanidad no se enfrenta con poder y autoridad, o con
conocimiento y tecnología; necesitamos cercanía, contención, cuidado, compasión, amabilidad, conectarnos desde el corazón y no solo desde la cabeza. Esto hace parte de nuestra esencia femenina. Infortunadamente, somos las mismas mujeres quienes, en medio del ruido y la necesidad de correr a la velocidad de los hombres, nos olvidamos de quiénes somos. Hagamos un alto en el camino, hombres y mujeres, para reconectarnos con lo valioso que tenemos en nuestro interior, con una esencia humana que va más allá del activismo y los logros materiales. Le invito a reflexionar y tomar conciencia sobre tres preguntas sencillas ¿Quién soy?, ¿qué me importa?, ¿cómo estoy aportando a construir lazos humanos en mi entorno? No se trata de ser mejores o tener más, sólo de aceptarnos y valorar lo que ya somos.