Cómo se sentiría si estuviera en un proyecto personal o empresarial que tiene un plazo de 10 meses, ya han pasado 6, solo quedan 4 para lograr las metas y el avance se ve así: 17% de las actividades van muy bien, 18% progresan adecuadamente, 30% tienen un avance mínimo, 18% están estancadas, 17% van en dirección contraria a lo esperado. Tal vez pensaríamos que las cosas no van bien y sería muy frustrante, ¿verdad?
Estas son las cifras reales de avance en la implementación de ese sueño que, como humanidad, se han planteado los 193 Estados que hacen parte de Naciones Unidas, los Objetivos de Desarrollo Sostenible -ODS-, definidos en 2015 y cuyo plazo termina en 2030. Los ODS han sido una guía hacia un futuro sostenible y equitativo, y un marco de acción con objetivos y acciones para los estados y empresas. Hablan de poner fin a la pobreza; hambre cero; salud y bienestar; educación de calidad; igualdad de género; producción y consumo responsables; paz, justicia e instituciones sólidas; por mencionar algunos. Temas que tienen que ver con cada uno de nosotros, pero, ¿qué hemos hecho y qué estamos haciendo para contribuir a un desarrollo sostenible?
¿Qué pasaría si el planeta fuera su casa? Y si no tuviera agua; y si sus hijos, hermanos, sobrinos no pudieran estudiar; y si estuvieran en guerra permanente con sus vecinos; y si alguna mujer o niño de su familia fuera excluido, maltratado, violentado. Eso es lo que está pasando en el mundo y, sin embargo, parece que seguimos pensando que el problema es de otros. Imaginar el planeta como nuestra casa es reconocer el lugar que nos contiene y nos permite sentirnos seguros, pero que se está desmoronando. El planeta ya nos está hablando, está gritando desde sus dolores y vacíos; aunque nos gustaría no pensar en eso, cada vez es más difícil evitarlo.
La semana pasada tuve la oportunidad de participar por segunda vez en la Cumbre Mundial de IDG -Inner Development Goals- Objetivos de Desarrollo Interior, iniciativa que nace en Estocolmo en 2019, enfocada en llevar el poder del desarrollo interior a los desafíos globales. Tuvimos el privilegio de escuchar y conectarnos con historias de personas y organizaciones que están enfocando sus esfuerzos en aportar a un mundo mejor. Erik Fernholm, cofundador de IDG, decía que tenemos unas trampas que nos impiden aportar a la construcción de un desarrollo sostenible, como individualismo; pensamiento reduccionista y lineal que no deja ver el sistema completo; relaciones mercantilistas que nos alejan de un propósito mayor que le dé sentido a lo que hacemos; búsqueda de resultados materiales de corto plazo; querer todo ya. ¿Cuál es la propuesta?
Si queremos apostar por el desarrollo necesitamos abrazar nuestra propia ignorancia y reconocer que estamos incompletos, debemos abrimos para aprender y generar posibilidades para descubrir juntos y construir esperanza. Superar las grandes brechas que hoy tenemos como humanidad pasa porque cada uno reconozca, como dice Fernholm, que no estamos ante una crisis de sostenibilidad, sino ante una crisis de comportamiento humano ¿Qué nos impide, a usted y a mí, ver al otro, reconocer el dolor que nos rodea, y hacer algo que aporte a un mundo mejor? ¿Cree que este tema es importante? Lo invito a mi próxima columna para que sigamos revisando cómo contribuir, desde nuestro rol en la vida, a la construcción de un desarrollo sostenible.