Leer Esclava de la Libertad, de Ildefonso Falcones (2022), me ha conectado con distintas emociones: tristeza, por la pérdida de tantas vidas humanas producto de la arrogancia de los blancos terratenientes; rabia, por el abuso de poder que, buscando el beneficio propio, quita a otros la posibilidad de una vida digna; miedo, al reconocer que la esclavitud y la tiranía siguen caminando por nuestra sociedad en cabeza de parejas violentas, directivos autoritarios y arrogantes, gobernantes autócratas, niños que acosan a otros. También coraje y ganas de seguir luchando, como Kaweka, la protagonista de Falcones, por hacer de este un lugar digno para todos.
En mi tarea como consultora organizacional y desde mi formación como psicóloga y coach, he tenido la oportunidad de conocer muchas organizaciones. Hace algunos años, realizando un diagnóstico de cultura organizacional, me encontré con un jefe de una planta de producción del cual los empleados decían: “si me vuelve a humillar lo mato”. En esa planta se sentía el miedo frente a la tiranía de un jefe a quien solo le importaban la producción y los resultados.
Cuando estaba presentando el informe de mi trabajo al presidente de la compañía, manifestándole mi preocupación por lo que estaba pasando, me dijo: “¿Por qué se preocupa? Esa es la forma de tratar a esa gente, el jefe está haciendo lo correcto”. Mi respuesta fue: “¿No le han contado que la esclavitud fue abolida?”. Estaba con mi socio, un señor muy diplomático y sereno quien me dio, literalmente, una patada por debajo de la mesa.
Lo triste es que, con la disculpa de lograr que las personas hagan su trabajo y se logren los resultados, seguimos siendo testigos de muchas formas de esclavitud y tiranía que provienen de la arrogancia y el egocentrismo de quienes ostentan cargos de dirección o autoridad. ¿Quién les dice a estos personajes que los resultados se riñen con la amabilidad? Resultados y Relaciones se escriben con la misma R, que también corresponde a Reconocimiento de la dignidad de cada persona, de sus capacidades y competencias, de sus necesidades y emociones.
¿De dónde vienen estos individuos que viven en la oscuridad y no son capaces de mirarse en los ojos del otro? “¿Cómo podemos saber cuando termina la noche y empieza el día?”, preguntan los discípulos al maestro; este responde: “Cuando miras a un hombre al rostro y reconoces en él a tu hermano; cuando miras a la cara a una mujer y reconoces en ella a tu hermana. Si no eres capaz de esto, entonces, sea la hora que sea, aún es de noche”. Podría traer definiciones de liderazgo de muchos teóricos y profesores reconocidos; algunos hablan de liderazgo adaptativo, otros de liderazgo transformacional, también de liderazgo humilde. No importa el apellido que le pongamos, creo que es hora de reconocer que el mundo cambió, que estamos ante un tiempo muy complejo, rodeados de incertidumbre y llenos de ansiedad.
No es momento para tratarnos ni tratar a nadie como si no tuviera derecho, como si no se lo mereciera, como si no fuera suficiente. Recuerdo la expresión del psiquiatra norteamericano Dan Siegel, en el Congreso Mundial de los IDG (ODI - Objetivos de Desarrollo Interior en español), en Estocolmo, en octubre pasado, hablando del liderazgo que necesitamos a partir de la integración de la consciencia, una invitación a: estar atentos, abiertos y con intención de ser amables; reconociendo que estamos conectados en el Amor, que no solo somos un Yo, sino un Yo y Nosotros.
¿Qué hace la esclavitud? Separa a las personas de sus raíces, de sus seres queridos, de su entorno, y obliga a someterse a las reglas del amo; sin él no hay posibilidad de sobrevivir; la única opción, si se revela, es la muerte. ¿No será que la esclavitud que estamos viviendo hoy es producto de habernos desconectado de nosotros mismos? Parecería que nosotros, al igual que los esclavos del pasado, olvidamos quiénes somos, nos desconectamos de nuestras raíces, maltratamos a nuestros hermanos, somos odiosos con nuestros compañeros, somos indiferentes ante el dolor del otro. Es hora de conocernos y reconocer a los demás; el escritor y sacerdote español Pablo d’Ors, afirma que mirarnos a nosotros mismos es el camino para conocernos: “Si no nos conocemos, no podemos amarnos y no podemos amar a los demás; y si no amamos los demás, no nos enteramos de qué va la vida”. Hoy es un buen día para preguntarse: ¿Quién soy? ¿Cómo quiero relacionarme conmigo y con los que me rodean? ¿Desde la tiranía o desde la amabilidad?