En un espectáculo de tercera, en el que un solo actor se opuso, y salió airoso, como si fuera una lucha personal, que seguramente celebró porque así es su talante, terminó un acto humano, de solidaridad, programado con el fin de recolectar fondos para la construcción de una clínica especializada en el tratamiento de pacientes con distrofia muscular.
El pulso entre la organización, las autoridades locales, y la presidencia de Once Caldas, lo ganó este último, que privilegió sus afanes particulares, evitando que un bien público, del municipio, se utilizara para tal propósito, argumentado en respetables razones de tipo legal (el comodato) sin muestras de sensibilidad, ni sensatez, y en contra del sentir popular.
Un gol por la vida, partido entre viejas glorias de Once Caldas y Boca Juniors, final de copa libertadores 2004, fue montado por la fundación Caminando con mi mente, de Santiago Zapata, un joven con esa enfermedad, de corta expectativa de vida, y quien se ha convertido en líder social, conferencista, con reconocimiento mundial, y ejemplo de superación.
Desde un principio, el representante de Once Caldas se atravesó, acusándolos de utilizar la marca del equipo de forma indebida, no adelantar los trámites con tiempo, desconociendo la gerencia de Fernando Dortti, y señalando inviable el evento porque el plan en breve es cumplirle el homenaje al profesor Montoya con esos mismos personajes.
Es decir, la intención era boicotear, nunca hubo voluntad, publicaron boletines de lado y lado, aparecieron fotos del estadio con la gramilla levantada, las Secretarías de despacho involucradas estaban ocupadas en rendición de cuentas, hicieron oídos sordos, los días transcurrieron, y sobre la marcha, tarea imposible, partido cancelado.
Boletas vendidas, tiquetes comprados, varios invitados en casa, y faltando escasas horas, comunicado final. Un oso de proporciones, y una serie de consideraciones sobre la efectividad y capacidad de ejecución de quienes están en los cargos de dirección, su real compromiso, y los super poderes de Castrillón.
Aunque posteriormente el propio club lo desmintió en redes, trascendió que el amo, señor y dueño de Once Caldas, porque así funge, como faraón del antiguo Egipto, volvió a amenazar con llevárselo de la ciudad, como aquella vez en el Concejo cuando indicó que era suyo, y lo podía ubicar en Titiribí.
Es propiedad privada, podría hacerlo, pero que lo intente, de pronto sirve para que despierten, si es que los hay, los hombres cívicos de la región, aparte de que sería el peor acto de estupidez de quienes se precian como grandes empresarios, pues una cosa es el Once Caldas inmenso, histórico, con hinchas, del afecto de todos, en su origen Manizales.
Triste capítulo, otro más que se suma al trasegar en los últimos años, y el sombrío panorama que vuelven a plantear con refuerzos de baja categoría, sin esfuerzos mayores por jugadores que aporten calidad, solo llenando puestos, dejando al azar las posibilidades de éxito, y una guerra declarada sin posibilidades de tregua.
Qué pena, y ahora saldrá a pedir el apoyo del público con los abonos, y seguramente los diez mil y más correrán; desde la Licorera se rumorea patrocinio; el Alcalde electo Rojas hizo parte de la junta del club, y ahí encontrará otro bastión, y otras gabelas, que no están mal, siempre y cuando como contraprestación se exija un equipo competitivo.
Lo demás es continuar el proceso de degradación, respaldarles el juego de incrementar utilidades en la formación y venta de futbolistas, y cohonestar con los atropellos frente al símbolo más representativo de Manizales, que en 2024 celebrará 20 años de una hazaña cada vez más difícil de lograr, inmarcesible, eterna.
Hasta la próxima....